domingo, 25 de noviembre de 2012

Los poemas humanos de Pedro Gil

Pedro Gil en el Psiquiátrico Sagrado Corazón 
 


Antes de conocer a Pedro Gil, había escuchado su leyenda: el constructo de un personaje que merodeaba en la poesía como uno de los escritores malditos. Con una infancia cruenta y por su última experiencia; entre ese desandar en el alcohol, las drogas, el recibir 17 puñaladas, y enfrentar al destino con un poemario y un título irreverente 17 puñaladas no son nada podía haberse convertido en un imaginario de personaje marginal, pero a ciencia cierta es que Pedro Gil es un poeta clave dentro de lo que Francisco Tobar García llamaría belleza en agonía; sus poemas tejen un discurso contestatario, consciente de los problemas y las injusticias sociales, pero siempre partiendo de su primera persona, porque Pedro Gil es su propia poética, él en si es un poema de barrio, de putas, de arrugas en la sangre, y lo confirman los versos que escribiría en su primera juventud, del poemario Paren la Guerra que yo no juego:

“Todavía me pertenezco.
Los emperadores de la tierra somos los pobres y yo
Que nos debemos demasiado lágrimas;
No lo niego…
Somos el mundo,
Traducimos la historia con cifras de sangre…
Mi barrio es el más pesado de todos.
… pobres mis pobres.
Vamos hija, los hambrientos también tenemos
Fiesta.”

¿Dónde lo maldito en estos versos? ¿Dónde lo marginal? ¿Quizá para los críticos de poesía en el país el seducir los abismos sea traspasar las líneas a lo maldito?  Pero sé, y seguro de lo que digo que la poesía de Pedro Gil es un discurso encabritado a romper lo estático, lo normal, a burlarse del canon; ruptura sobre la misma poética, de aquellos poetas de premios y viajes, de alabanzas y de peleítas de niñitos, dentro del tiempo la poética de Pedro Gil es profundamente liberadora.
 


Cristian López en la presentación del libro Crónico, en la FIL Quito 


Y conocí a Pedro Gil, compartí con él su presentación del libro 17 puñaladas no son nada, y lo leí, varios versos se me vinieron a la mente como un llanto de niño, jamás olvidaré los versos que le dedica a su hijo en el poema Damian, que siempre retomo en mis clases de Literatura:

“Si alguien / Cualquiera/ Quien sea/ Sólo por ofenderte/ Te dice/ Que fui un presidiario/ De los/ trastornos,/ Que fui lo uno,/  Que fui lo otro,/ Sólo/ Recuérdales/ Que tu padre / es un gran poeta,/ que no existen/ poetas desalmados…/ … sé bueno con los buenos,/ Sé mucho más bueno con los malos”

¿Maldito? Diría poeta humano. Invocación, súplica, soledad, herida inquebrantable, voraz, poesía que estremece, incesante, versos que no tienen respiro, a su vez tiernos, terribles, amables, bellos y tormentosos.
Y esas conversaciones que tuvimos varias lo fueron dentro de las instalaciones del Psiquiátrico Sagrado Corazón, donde permaneció junto a adictos, a locos, a ancianos deshabitados; lo suyo era leer, mirar películas mientras las enfermeras y doctores le proporcionaban su dosis diaria de medicamentos, por eso estoy de acuerdo en su apreciación sobre la obra que presentamos el día de hoy, Crónico, que hace el poeta Ramiro Oviedo: “la razón de ser y el lugar de procedencia de los mismos confluyen en su carácter documental-confesional, además de terapéutico”. Este es un poemario confesional, pero tiene carácter documental porque lo vivió y nos presenta una realidad, la que él percibió, y sigue percibiendo, pero también fue su terapia, una concesión al trato que recibía a diario, psiquiátricos que en él querían ensayar alguna verdad científica, fuera de la sensibilidad que como poeta la tiene.
 



Pedro Gil y Cristian López en la presentación del libro 17 puñaladas no son nada


Y por qué evocamos los primeros versos para tratar este poemario, tomo palabras de Octavio Paz al tratar a obra de Luis Cernuda, en su ensayo Juegos de Memoria y Olvido: “Cada poema nos lleva a otro poema… es un pequeño universo de ecos y correspondencias”, así el tejido verbal que se da en crónico es similar a sus anteriores versos, son autobiográficos, miremos del poemario “Sano juicio”, publicado en el año 2004, tomo los siguientes versos de Demasiado poeta para morir:

“los pacientes/ sabemos lo que nos dirán:/ que tenemos una enfermedad/ que nos acompañará/ hasta la tumba,/… que estar aquí es un/ regalo inmerecido…; 

Y estos versos de Crónico:

entiéndeme caramba/ luego que los resentimientos/ solo para las niñas
o que la histeria solo para las locas/ "esta mi tierra linda el Ecuador tiene de todo."
Sigamos Guerrera/ ¿en qué quedamos? en rehacer el amor,/ porque amando
y amándonos recuperamos el derecho/ siempre fue nuestro: el amor y el derecho
derecho de irnos a la derecha/ derecho de irnos a la izquierda
o de irnos a la mierda/ por lo tanto,/ compañía rica
camina a orilla de nuestro mar/ recuerda / recuérdame
yo me vengo/ tú te vienes/ en la costa de los sueños
mientras en el Pabellón de Ingresos/ me inyectan complejo B, Valium y esperanzas.”

Nos hace falta oír a nuestros poetas. Oír no lo que dicen expresamente sino su decir encubierto, diría Octavio Paz, así en la poesía de Pedro Gil, en el poema Pánico en el bosque de las aguas: “Un bosque hermosísimo/ en las miradas pánico./ Pánico en el fondo de mis ojos/ hermosísimo el bosque/ en el fondo de mis ojos más pánico/ una mirada de pánico/ pánico de mí mismo…” ecos de un lugar diseccionado por la desolación, el poeta nos refiere su entorno, a veces con crudeza, otros con ironía; nos seduce, embriaga, pero nos sensibiliza, la enfermedad está contada desde la lógica del marginal, anarquista, disconforme: “Déjeme quieto doctor/ tranquilo estoy sin tranquilizantes”.

Y esa tranquilidad la ensambla con el cine y la literatura, en el poeta ingresa Panero, Brando, de Niro, Nieto Cadena, Itúrburu, Dávila Andrade, César Vallejo; así el poema es una correspondencia con lo más cercano de su vida, es íntimo, tanto en el psiquiátrico, su devenir, como en el exterior, su esperanza. y esto una vez reafirma lo que alguna vez Pedro dijo: “La poesía es una mujer llena de bendiciones, la poesía, como el amor, salva. A mí me salvó, lo dije en la locura y lo confirmo en la abundancia de mi sano juicio

Dando lectura a este poemario, evoco al amigo en el interior del hospital, Pedro eludía a personas e identificaba sus rasgos, claramente recuerdo a la Miss Ecuador, con su locura de niña, y con su belleza de adolescente, pero con la soledad del enfermo: “Sigue hermosa y loca/ como la existencia,/ su vestido hermoso y loco/ como el recuerdo./ Se duerme temprano para soñar con nada”

Pero no solo su adicción y la enfermedad son temas de este poemario, si vamos más allá del texto constatamos que la vitalidad de Pedro es su autobiografía: el padre, como símbolo de destino, y las instituciones, sea hospital, policía, estado, como el orden. El primero, desgarrada ternura, erupciones en el recuerdo: “Mi padre se sentó a beber/ y no se levantó hasta la muerte”; el segundo, un reloj implacable que no desperdicia el tiempo para aniquilar al sujeto, un orden que instaura jerarquía, el poder: “las miradas del Pabellón de Media Estancia/ más pánico/ si llego vivo, iré

Terrible, a su vez tierno este poemario de Pedro Gil, crueldad inmanente, sombras, miedos, temores, amoroso; una cuchillada a la conciencia, un proceso a un nuevo hombre, crónico con esperanza de vida. ¿Maldito?¿Irreverente?... estocada a los impostores de la poesía maldita, erótica (así se hacen llamar), que venden libros mas no producen buena poesía; que se preocupan por una portada eficaz en venta y no en una creación consciente. Pedro Gil es un buen representante de su vida, escribe con sangre, pero con intelecto; ha sabido utilizar su derrota y construir su propia liberación espiritual, sabe que al escribir un verso, no solo se evoca él, sino también a su comunidad. 

Comparto poemas de este libro, Crónico:

Enemigo Público
 
En el Siquiátrico “Sagrado Corazón”
juego fútbol con angelitos medicados.


Se despierta temprano para hablar
de nada.
El pájaro loco canta y amanece en nosotros.
Es en el patio.
Encima del sol y de las nubes.
No nos tiemblan los pies
para patear
al contrario
sentimiento.
No me tiembla la mano
para acariciar al loco contento
al loco descontento.
Las enfermeras ríen y aplauden.
¿De qué se enferman las enfermeras?
¿Será su enfermedad tan tierna?

a cambiar de pañales a la Muerte.
Preparar los alimentos y la caridad.


Está con nosotros Miss Ecuador 1967
linda década.
Sigue hermosa y loca
como la existencia,
su vestido hermoso y loco
como el recuerdo.
Se duerme temprano para soñar con nada.


¡Déjenme tranquilo!
de la locura vengo
en la locura estoy.


En el siquiátrico Sagrado Corazón
Jugamos fútbol los angelitos medicados.



Preciosismo
 
Lo real es un espanto
una clínica de desintoxicación,
un masturbador crónico. Jovencísimo.
Madre en el manicomio. Padre policía.


Una infancia más desgraciada que la del Guasón.
Que se masturbara con la Biblia, pasa.
Que se comía a una gata, pasa.
Pero, ¿saben lo que lo excitaba?
el culo de otro adicto cuando defecaba
el excremento que salía lo volvía loco,
deliraba de placer.
Lo real es un espanto
lo imaginario también


Carver se fue recuperado, nueve años sin beber.
Camille fue encerrada 25 años en un manicomio.
Claro, exacto,
usted puede alcanzar la cima en este hospital alias
manicomio alias
casa de la risa.


La cima
La cima de mis ansiedades
La cima de mi descenso.


 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Ángeles Sodomizados, una escritura que nace desde la rebeldía del vivir


Los jóvenes de Latinoamérica han encontrado nuevas formas de decir sus sentimientos, sus temores, sus deseos, sus esperanzas; sea en narrativa, ensayo o poesía, en este contexto surge la voz del poeta Luis Franco, como una ráfaga amorosa de polvo, ese polvo que emergiera de las fauces quevedianas, que nos invita crear imaginarios amorosos, pero con la ternura del niño que encuentra la alegría al descubrir que su cuerpo es sinónimo de placer. Luis Franco encuentra en el lenguaje la forma de inventar los deseos, estos devienen en imagen de ángeles: ángeles de queso, ángeles mariposa, ángeles de manzanilla; dulces, sensibles, irónicos, mortales; están y desaparecen. Son cuerpo y son nada. Se fingen pero se agudizan en el cuerpo. Se pecan, y en ese pecar se hacen pólvora, niebla, se consumen en humanos, se hacen poesía, y en ellos se hará la noche. 

Nos dice el poema: “las manos cansadas sobre el tiempo, el rostro envuelto en una mariposa, el muchacho que cantaba un tango mientras metamorfoseaban sus ojos en dos calles vacías, siempre vacías y un eco entorpeciéndose en otro hombre…” 

No hay temor en este poemario, solo hay belleza, una belleza extraña, belleza que busca en el muchacho, hecho de mar, la inmensidad del sentido, de las aguas que no son río, que permanecen en la arena, debajo del sol ardiente, belleza que se hace alegría en la carne, pero tiene soledad, certeza en la rebeldía del amor: 

Me busco y sigo siendo el mismo animal solitario: así en él se renueva el mundo, perdido en una mancha que se disuelve sobre la ignorancia. Estoy decidido a ser un puño o acabose. Lírica naranja envuelta en una sonrisa o en una caricia.  

No hay represión, hay libertad, aquí el sexo es un saberse; no hay historia hay presente, rebeldía iluminaria, aquí la estrellas hablan, ellas ven al muchacho desenfrenar su vida. Aquí hay saudade, la playa, el trago como síntoma del sueño, en Luis Franco, los ángeles se hacen pleamar, son juventud; se sodomizan, pero son líricas; sienten, aman… 

Leyendo este poemario imagino a Luis, salir a la playa en una mañana y esperar la tarde mirando las aguas recorrerse, mirar a la gente anonadarse de las casas solitarias, de las personas que parecen lluvia, imagino desandarse a Luis, entre su agonía y su adolescencia. Imagino escribir el verso sentado en algún bar, comprender que la vida no termina en la escritura, sino que empieza en el rehacer el lenguaje; por eso reafirmo, no hay temor en estas líneas, hay crudeza, crudeza ingenua de un niño malherido, de un ángel solitario, y termino felicitando a Luis Franco porque un libro no solo permanece en el momento, sino que uno escribe para permanecer en la memoria, porque un libro es un patrimonio del país, creo que Luis lo sabe, por eso nos deja versos como los que pongo en sus manos: 

Nada me aterra más 
que la mano de una niña 
rebuscando entre mis vísceras a Dios. 

Yo tenía un romance con querubines 
a los que penetraba cuarenta veces en un día. 

Un solo cuerpo con dos cabezas 
¿es suficiente?

He aquí la victoria: 
mujer agonizante, incolora y desértica; 
su nombre es Catástrofe.
[Los hijos detrás de la sangre] … 

Yo tenía un ángel entre las páginas de un parís frío
al que besé y amé debajo de los manzanos. 
Un solo cuerpo con dos cabezas 
no era suficiente. 

Yo quería más, asesino, víctima.

jueves, 26 de julio de 2012

A cambio de monedas o palabras

poemario de Franklin Ordóñez Luna


El problema principal con la sexualidad es que no la logramos entender. En la actualidad, tratamos de aceptarlo entendiendo que la heterosexualidad no es el único paradigma en el Ser Humano. La homosexualidad ha generado un interés en dialogar con el otro. En desear al otro. Es el otro que instaura instantes percibidos, y así invoco los versos de Franklin Ordóñez Luna: “Eres pan y vino,/ el madero donde crucifico mi sangre”, unificar la idea judeocristiana, o el posible ritual del cuerpo de Cristo para engendrar diálogo con un ausente, lleno de pasión.

Y es común caminar entre las calles y ver a personas mostrando sus diferencias: rockeros, punkeros, hippies, hombres con corbata, mujeres con faldas, pero alguien se ha preguntado sobre sus pasiones hacia la carne, la voz lírica de Ordóñez ingresa en estos recovecos: “Se esconde tras la puerta./ Como reptil, acecha. Clava sus colmillos en mi vientre”, en estos versos se exploran tensiones, lo abyecto de un sistema donde se rige lo “heteronormativo”. Y también es común subirse a un bus, atestado de gente, donde los cuerpos se rozan; los labios son uno, y nadie comenta sus debilidades sexuales. También es común mirarse a los ojos, desear en nuestro inconsciente. 

“El hombre va tras el adolescente,
lo agarra entre las olas. Le desgarra el traje de baño;
con fuerza lo penetra.
El chico siente como el sol se hunde en sus aguas…
qué importa la muerte y sus juegos,
quizá la gracia de la vida está en sus travesuras violentas”

En este poema existe la posibilidad de una ruptura al esquema normativo de la sexualidad, un juego de ruptura sujeta en medio de la norma. En el otro, una radical oposición a la identidad. Octavio Paz, en su maravillosa El arco y la lira notaba algo singular: “El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre”; y eso lo entiende Franklin Ordóñez, en su A cambio de monedas o palabras, la literatura como lugar donde dialogan y coexisten las posibilidades de amar del ser humano. Estos versos ingresan a la Literatura Queer, porque trata de perpetuar un nuevo corpus donde se trata de comprender las pluralidades de la sociedad, entendiendo que el cuerpo es noción de deseo.

Además de lo anotado, el poemario es búsqueda, transtextualidad; aparecen como aguas invocándose a sí solos, James Dean, Genet, Mishima, Pessoa, David Ledesma, Sade ayudando al yo lírico en la posesión de la belleza: “Que en tu daga no escampe la sangre,/ que mi piel sea tambor de tus melodías, Yukio Mishima”.
Incesante la palabra sangre es tratado en el poema como dolor, pero también como liberación: “yo prefiero las cadenas de tus labios,/ tus manos como garras, tu esperma por mi sangre”. 

Un poemario bello, diferente. Versos cortos que detallan finura. Caracoles de Jorge Carrera Andrade, vinculados al cuerpo y a la felicidad: “Con tu semen y tu sangre escribe en mi rostro la filosofía de Sade: Mientras yo sea feliz, lo demás no importa”.

Leamos este libro, y no lo cerremos, que en la fiesta de la poesía no intervienen cretinos. Gratificante lectura


martes, 19 de junio de 2012

No es dicha, la posibilidad de un comienzo

La palabra poética posee diversas significaciones, así un libro es un mundo distinto, soledades que vagan en ciudades profanadas de alcohol. Así nuestra poética contemporánea que evade cánones, poetas de auditorios, o los muchos malditismos que se propagan en concursos, se mediatizan, pero la dicha de leer poesía es cuando se percibe desde la cotidianidad; sea un bar, un parque, un estadio de barrio, un concierto de rock, tal vez nuestro hogar; poética, que desde espacios silentes, rompe la racionalidad y genera evocaciones en el instante de reproducir la vida. 

Y tomo este concepto de cotidianidad para hacer una lectura del poemario de Juan Secaira (Quito, 1971), quien ha ido tejiendo una urdimbre de significados, desde la psicodelia de una ciudad abstraída en alucinaciones ¿Qué temor existe al articular en palabras la no dicha del vivir? 

En los versos iniciales, Secaira, nos dice: “El estampido nos movió/ las ventanas se vistieron de sangre/ cunetazo limpio, sordo/ yo, tres años de edad con el presente roto…” ¿Acaso el pasado en el poeta genera tormenta, acaso el pasado es una casa deshabitada, donde el poema ingresa con paso sigiloso a reordenar su conciencia, acaso la dicha del vivir es destruir a fantasmas dolorosos, ajenos en el tiempo? 

El poema, por herencia, niega la historia, pero es historia en sí mismo: “Un vodka me susurra mejores palabras que la madre que/ nunca tuve/ en el estrecho universo creado por mi precoz demencia” y este negar la infancia en el presente es adquirir la percepción de que el poeta es más que tránsito en su paso por el mundo, es vicio donde lo palpable naufraga en la existencia. 

Mientras leo a Secaira rememoro el dolor de Kafka, el dolor de sobrevivir ante la negación del mundo: “para colmo un bicho triste/ vuela entre las/ lámparas”; o en este verso: “Aquellos niños borronean obras de arte con sus lágrimas”. 

El dolor en No es dicha está simbolizado en la imagen del padre y la madre, en sus ausencias, cito los siguientes versos: “Mi madre me pregunta/ ¿Por qué eres tan enfermo?”; “Mi padre me grita/ un ogro a cabalidad”; “Dicen tu madre está loca/ ha sido capaz de vender todo y transmutar/ gritando y gesticulando plegarias/ mientras consume pastillas”… Siempre estas imágenes al inicio de cada poema, para luego en su peregrinar por las palabras construyendo ciudades cotidianas, urbes barrocas, anocheceres roídas de misterio, charcos habitados por desdichas. Ciudades donde el pecado se hace visible, y Juan Secaira lo hace conciente, este conflicto entre el deseo y el dolor de vivir se resuelve en la memoria, esta ciudad llena de fantasmas y de sueños que termina siendo una despedida. 

Este es el mundo de No es dicha, la antítesis entre la ausencia de un ser en el mundo con la dicha del vivir… construyéndose en poesía.

martes, 5 de junio de 2012

POPEYE'S SEA,

o el encuentro de dos cuerpos ¿y el mar...?


Popeye's sea, nueva muestra poética de Agustín Guambo (Quito, 1985), publicado por el Grupo Editorial RAS, del Perú, un libro que se debe leer con ojos cerrados. Ojos enterrados en alcohol. Ojos oprimidos de lágrimas. Ojos encallados que nos ayuden a ingresar a las desdichas, porque "lleva (mos) el rastro de sal en los ojos"; aquí donde radica la ternura. Y así nos presenta sus personajes: Popeye y Olivia (saga clásica infantil, donde el amor enfrenta dos bandos; el fuerte y el débil, por alguna extraña razón triunfa siempre el débil).

Dos caminos nos devela este libro; el primero, la búsqueda del amor, este amor convertido en aguas nostálgicas de mar "El mar también puede ser una mariposa triste", y ¿qué le hace ser al mar un niño ?, quizá el frío de la tarde, los vientos que soplan del norte, la playa, quizá los ojos divinos con que divisamos las aguas saladas, ajadas, enorme despliegue donde naufraga un buque desconocido; el mar donde descansan cartas incrustados en botellas de enamorados. El mar, un pájaro extraviado; la arena, beso indestructible, que en su cuerpo mantiene corazones dibujados con palos desvencijados... El mar un personaje náufrago: Popeye no entiende la soledad de las olas; o sino este verso: Ven Olivia miremos el fósil del mar que promete días mejores...

El segundo camino nos remitirá al viaje épico, al viaje hacia el inframundo: Adiós Olivia Katábasis haré por ti... Recordar a Orfeo ingresar a esos recovecos para salvar a Eurídice, y llevarle de nuevo al mundo de los vivos, al mundo del sufrimiento. Agustín termina con este verso: el mar ya no significa nada... Habitamos la soledad, pero también habitamos el amor, o no fue Odiseo que por el amor de una mujer pasara 10 años luchando contra lo externo. Entonces este libro de Agustín Guambo une la Katábasis, desde los oscuro y sombrío a la luz.

Un poemario tierno, pero con algunos ajustes por hacer, nombro algunos, soledad de las olas/ piensa tan solo; encallado/ encallada/ enraizada/ enraizada, unidos muy de cerca en el primer poema. O este error: debías venir ayer/ llegaste hoy.

Pero seguro Agustín Guambo seguirá en su trabajo poético, y Casa de Soledad le envía suerte en este duro, pero hermoso trabajo de la poesía, porque Popeye´s sea vagará como un eco entre los huesos...

Poemas:

V
Tus besos
se desvanecen en el aire
en tus labios descansa mi alma
así debe sentirse el mar
cada vez que el viento
baila sobre su cuerpo

XI
Arena,
quedará de ella y de mi
después del amor
Arena,
en la que otros cuerpos
hundirán sus huellas...

XII
anarka la memoria
vaga sin sentido
apestando,
errando, va y viene de su cofre
matando
un segundo
un minuto
tu nombre...
 

domingo, 18 de marzo de 2012

¡Y quién dijo silencio!



(Recopilado por Cristian López Talavera)


¿DEL POR QUÉ LA POESÍA?



En algún instante escuché que la poesía no es útil para nadie, asentí en que tenían razón. La poesía, simplemente, se radica en el elemento primordial para la existencia. Como esa agua que nos moja y luego se retira, nos ayuda a sentirnos vivos. Y nuevamente, reafirmé que la poesía carece de utilidad, excepto para quienes nos adentramos en su tinta y no salimos nunca de ella, nos iluminamos de sus letras que comienzan a hablarnos y transportarnos por parajes imaginados en una embarcación que se va con nuestros rostros y nos deja una máscara, ahí radica la magia del poema, sustituir constantemente esa careta sigilosa que nos transforma constantemente. Como esas prodigiosas aguas de Heráclito, manchándonos en líquido vital.


De ahí que esta muestra de poesía tome el nombre de: ¡Y quién dijo Silencio! porque es en el silencio donde el poema va tomando forma. Desde una llamada de los dioses, quienes nos enlazan la primera idea para luego abandonarnos en el constante trajinar de la existencia.


DE ESTA MUESTRA ANTOLÓGICA


Lógicamente, toda muestra de poesía es parecida a un verso: está cargada de una alta dosis de sensibilidad, por lo tanto no tiene certezas. Entonces, ¿cómo leerla? En primer lugar, desechando la idea de que es una enmarañada recopilación de poetas. Segundo, que es una muestra de escritores que han trabajado bajo tutoría de taller, por lo tanto son versos iniciales, cada uno inmerso en estas celosas páginas que son aprendices de brujo en busca de una voz propia que devele el campo creativo por donde están sus búsquedas complejas, sus variadas reflexiones, temores; esos rostros distintos que semejan estrellas sonoras convirtiéndose en versos, que reflejan la complejidad de la época que habitan.


Entendiendo que este libro no quiere ser una certeza debe leerse como una muestra de poetas jóvenes, quienes han ido creando, en un taller literario, su generación. Tal cual lo hicieron en los años 80 varios escritores ecuatorianos, entre los que nombro Diego Velasco Andrade, Pablo Yépez Maldonado, Huilo Ruales, Edwin Madrid, Pedro Gil, quienes vienen a mi memoria en estos instantes en que la noche es un pájaro destilando miedos. Escritores que bajo el mando de Miguel Donoso Pareja hicieron sus primeros pasos en un laboratorio, para luego imantarse en grupos y revistas, e ir instituyéndose en una agrupación denominada: La Generación de los Talleres Literarios. ¿No es precisamente lo soñado por estos jóvenes poetas? Lo importante, es que (en su mayoría) no tienen publicados libros.



LOS ANTOLOGADOS


Estos poetas, que van desde los 20 a los 40 años de edad, tienen algo en común: forman parte de talleres literarios, tal como el de Diego Velasco Andrade en la ciudad de Quito; y el de Augusto Rodríguez, en la ciudad de Guayaquil. Vates ensimismados en crear una poética dinámica, construcciones meditadas por el grupo, lírica comunicante. Poemas que están sembrándose para el futuro inmediato.


¡Y quién dijo Silencio! es una propuesta neovanguardista. Varios trabajan la metáfora, como una herramienta estética, cargada de sensualismo y simbología. Todo esto en un país donde la poesía ha estado en un frasco cerrado, donde las innovaciones artísticas han sido desechadas por un grupo selecto de “amigologos” que “dicen” dirigir la poética ecuatoriana.


LA NECESIDAD DE MOSTRAR LA PANORÁMICA DE LA ACTUAL POESÍA ECUATORIANA


El mencionado país es selecto en la palabra poética, desde los tiempos del periodo precolonial, la cultura oral significó los primeros indicios de reflexionar nuestra existencia. Nombres como el de Juan Bautista Aguirre, con elementos gongoristas, crea lo que se denominan Ramilletes Poéticos, pero no es una lírica propia, la voz la dan los conquistadores, específicamente la Iglesia como institución esclavizadora. En épocas de la Independencia tenemos los ovillejos, especie de graffitis, poemas pequeños que tenían un objetivo panfletario más que estético. En aquellos días surgen nombres como José Joaquín de Olmedo y su poema épico: Canto a Bolívar.


No será hasta la aparición del Modernismo que la poética ecuatoriana reflexiona acerca de innovar las propuestas. Nombres como: Medardo Ángel Silva, Humberto Fierro, Arturo Borja y Ernesto Noboa y Caamaño, denominada la Generación Decapitada, esto dado por el ensayista Raúl Andrade debido a sus fallecimientos en edad temprana, y con ideas extraídas de los simbolistas franceses, cimentan poemas alegóricos a la muerte, al dolor, a la nostalgia; estetizadas en la musicalización, varios de los trabajos de entonces han sido recreados en la música popular.


En esta época, el vanguardismo europeo comienza a tomar eco en un poeta ensimismado en su soledad, quien se embarcó en su motocicleta para sumergirse en lo que sería la innovadora creación, que publicó su primer libro pasado los 80 años, Hugo Mayo (1897-1988), un año mayor a Medardo Ángel Silva, devela que en la poética se pueden asociar varios métodos experimentales (Surrealismo, Creacionismo, Cubismo, Dadaísmo). Posteriormente, en Riobamba aparecen nombres importantes como Miguel Ángel Zambrano, Miguel Ángel León, quienes inscriben universos de su cosmovisión a lo vanguardista.


Pero será hasta la aparición de Jorge Carrera Andrade (1903-1978), quiteño de nacimiento, que el nombre de Ecuador refulgirá en la poética vanguardista. Además, con sus microgramas, comienza a reordenar el universo. Esto sucede por el año de 1940, luego de viajes por países asiáticos. Es en esta etapa cuando el mencionado poeta, al igual que José Carlos Mariátegui, reflexionan sobre la dicotomía: Ser Humano-Naturaleza. Luego de este importante nombre en nuestra literatura, continúan poetas como Gonzalo Escudero, Augusto Arias y Alfredo Gangotena, vates que desarrollaron su trabajo en las afueras de nuestro país.


César Dávila Andrade constituye un nombre importante, la poesía ecuatoriana toma un nuevo giro, sale a la luz “Boletín y elegía de las mitas”, la denuncia, el problema del indígena son los nuevos temas de nuestros poetas. Luego, surge el grupo Madrugada, poetas como: Enrique Noboa Arízaga, Hugo Salazar Tamariz, Edgar Ramírez Estrada, Jorge Enrique Adoum, Efraín Jara Idrovo, poetas que vivieron el cambio de contexto en nuestra América. Vallejo y Neruda serían los exponentes en este periodo creativo.


Pero no es hasta los años sesenta donde aparece el resurgimiento de la poética ecuatoriana, donde los conceptos se fueron transformando, se desestructuran los cánones obsoletos, el romanticismo inocente y burgués, surge el denominado Parricidio. Nombres como Raúl Arias, Alfonso Murriagui, Ulises Estrella, Euler Granda, Humberto Vinueza (quienes conformaron el grupo Tzántzico); y en Guayaquil, Rodrigo Pesantez Rodas, David Ledesma Vásquez, Ileana Espinel Cedeño, Sergio Román Armendariz (conformaron el Club 7 de poesía). Estos dos grupos significaron el acceso a la reflexión política, estética, a una poética de compromiso social, sin dejar a un lado el existencialismo, que cada día se hunde más en las aguas negras de la historia.


Luego, vendrán nombres como Julio Pazos Barrera (Premio Casa de las Américas, en 1982), Violeta Luna, Fernando Artieda (guayaquileño con una poética de surgimiento dialectal importante), Bruno Sáenz Andrade, Hugo Jaramillo, Iván Carvajal, Sonia Manzano, entre los más importantes, poetas que tienen un compromiso esencial con el lenguaje. Aparece el distanciamiento con el pacto social y crudo de los Tzántzicos para develar la imagen poética como fuente vital en el lenguaje.


LOS TALLERISTAS: PRODUCCIÓN DE UNA NUEVA Y VITAL POESÍA


Quizá los talleres literarios enhebraron escritores con variadas posibilidades, los que ingresaron al canon y los que siguieron el parricidio propiciado por los Tzántizcos. Y es bajo la tutela del escritor Miguel Donoso Pareja, que con metodologías innovadoras generan nuevas voces y nuevos ejercicios esquemáticos, tanto en la poesía como en la narrativa; nombres como Jorge Martillo, Víctor Romero, Fernando Balseca, Mario Campaña, Diego Velasco Andrade, Pablo Yépez Maldonado, Margarita Lazo, Fernando Itúrburu, Pedro Gil, Roy Sigüenza, Vicente Robalino, Galo Alfredo Torres, Alfredo Pérez Bermúdez, nombres que todavía cimentan la palabra poética.


Pero es el caso de Edwin Madrid y Diego Velasco Andrade quienes mantienen (en Edwin Madrid terminó un ciclo con escritores del grupo Machete Rabioso) activos los talleres literarios; el caso del segundo es por quien surge esta Antología. Los nombres son varios: Carmen Jaramillo, Ives Cadena, José Acevedo, Sonia Cruz, Ximena Flores, Marcelo Recalde, Deysi Vela, Edison Navarro, María Fernanda Vinueza, María Belén Obregón, Jorge Villavicencio, Santiago Quelal, Galo Toapanta, David Acosta, Pablo Flores. Poetas que varían en edad, pero en conjunción sus problemas son similares: el sexo, la muerte, el silencio, la creación, el yo poético y comprometido. Reflexiones que han ido tomando eco en poetas jóvenes.


Esta conjunción de temáticas se han asimilado con talleristas del poeta Augusto Rodríguez: Beatriz Viteri, Xavier Hidalgo, Luis Alberto Bravo, Andrés López, Dina Bellrham, Laura Nieves, Lis Quezada, Adolfo Santiestevan, Lucero Llanos, y Geovanni Bayas, quienes forman parte del taller El Quirofano y han ingresado con solidez y buena poética en varios festivales literarios del país. A estos nombres sumo tres, a quienes encontré en bares, por medio de internet o en aulas universitarias: Marco Manotoa, Fernando Tituaña y Danciso Toro.