martes, 30 de julio de 2013

La cuidad: el testimonio de los sentidos

A propósito del libro antología Más allá de Madrid, del escritor y editor Ubaldo Gil Flores


Foto de portada: Ubaldo Gil

Mientras enciendo la grabadora, una voz del otro lado pronuncia: “Estás hincada mirando al suelo/ con una virgen en tu regazo/ te deshiciste de vos/ y ahora lo culpás a Dios”, me remito a mi pensamiento, la realidad sensible siempre tiene una caja de sorpresas. He creído siempre en la fusión del ver y creer, como pensaba Rimbaud; en tanto, la almohada se llena de canas y en la cabeza resuena Serás poeta, afuera de mi habitación, los pájaros resbalan de una luciente cristalina, mis ojos enardecen con la forma de la luz de la mañana, las sábanas blandas se arrugan como papel mojado ciñendo mis pies a una suave melodía.

Así, entumecido por el temor de un nuevo día me levanto, en la mesa está ya servido el desayuno, las migajas de pan regadas sobre el mantel, con mi dedo dibujo círculos, y pienso en cosas que no puedo ver con los ojos, sino solamente con mi espíritu: el sentido que toman las volutas del humo del café, las manos de mi madre con las que fue hecho el jugo de naranjilla, trato de escuchar el silencio que rodea el cuarto, este devastado insomnio de los días inmensos, la piel de lagarto de esta ciudad ambigua, amada.

La cuidad me espera, como las puertas al infierno, diviso gente caminar apuradamente, sin regresar a ver, animales recostados en las veredas, ellos, a cada momento dejan huellas en mis amaneceres insomnes. La ciudad absurda llaga en mi ausencia. Mientras, gente amontonada en los buses, mirando su reloj, aprisionados de su tiempo; los otros, abrazados a realidades opuestas, a esas realidades límpidas, que dan encantamiento, que miran el lenguaje en cada segmento de ciudad: parque, escuela, municipio, bus, librería; la poesía es la otra voz diría Octavio Paz. Esa ciudad me espera, aquella donde pueda desplegar la imaginación, donde la ceremonia de la creación sea parte de mi cotidianidad.

Así permanezco azorado en el autobús, mientras continúa su trayecto hacia la terminal, observo en las paredes impresos adheridos a las paredes de conciertos, cuadras más arriba, grafitis, quiero saber la hora y me doy cuenta que el celular me he olvidado en mi cama. Acongojado, nuevamente en la ventana del autobús, imágenes: ceremonias. Y entre ese estado de reposo que producen las imágenes urbanas de Quito, de esa “realidad” visualizo el libro “Más allá de Madrid”, la obra completa de Ubaldo Gil, distintas propuestas literarias unificadas en un libro, mas de 25 años de actividades culturales, entre las que destaca la de editorialista, escritor y catedrático; distintos discursos,  perspectivas que se han venido dando en su obra.

Aquí surgen las siguientes preguntas ¿cuál sería la importancia de escribir un libro?; ¿dejar un patrimonio al país? ¿engrandecer el egocentrismo, típico en nuestra literatura? ¿o dejar la constancia de esa conexión íntima que une al lector con su escritura?

Portada de libro Amor más allá de Madrid
Trama sin utopía: robando dibujos que guardaba en uno de sus bolsillos

Libro publicado en el año de 1993, por editorial Eskeletra y con un epígrafe de Jorge Luis Borges: “El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión y al cansancio”, pequeño texto de Las versiones homéricas, esto ya indica cómo abordar el tema, desde ese poema sin fin, y el primer cuento no desdice el primer pensamiento y el Nino Amonala y la dedicatoria al poeta Hugo Mayo, me hizo recordar al poema El Zaguán de Aluminio: “Nino Amanolik,/ viejo dibujante de cosas raras/ Nino Anomalik,/ un día lo encontré/ dormido como una garza real/ le pregunté cuál era su país de origen…” y en el cuento Nino Amonala dice “Nino Amonala Nino Amonala, pescador de amigos raros…Me acerqué y vi que el molusco empezó a moverse… sentí que se iba una parte o quizás toda mi vida”. Claramente existe un tributo al poeta Hugo Mayo. Este relato que sucede en el mar, en las playas del Murciélago, se presenta como relato cíclico, donde un niño encuentra su alegría en un caracol, esa misma alegría del padre y su abuelo. Así son los textos de Trama sin utopía, murmullos de versos, de mar. Hay silencios, huellas.

Con Trama sin utopía, Ubaldo Gil inaugura esa generación de narradores que mezclan la imaginación con la búsqueda de temas, no tratados por el canon, donde se universaliza los temas que vagan en esa Manta mágica, con resonancias poéticas. La ciudad siempre presente en Ubaldo Gil, de ahí nacen estas historias, recordemos el relato Especimen. El tema es una ruptura a la lógica, en primera persona, un ser encuentra a un ente diferente al común de los mortales, nadie sabe de dónde es y cuál es su genealogía, pero cuando le sacan a pasear, el espécimen se perturba y emite fonemas misteriosos: “Quiero a mi mamá… quiero a mi mamá”. Salir a pelear, a pesar de saber que vamos a perder (como diría Bolaño), eso es lo que hace Ubaldo Gil, da un giro misterioso a sus historias. Los finales sorprenden, pero dejan las puertas abiertas para seguir en la lucha: la imaginación; así lo dice la escritora Gilda Hoslt: “…ese humor triste que nos hace sonreír y nos duele […] construye sus cuentos con seres y cosas raras… y nos hace mirar la realidad con otros ojos”, como rememorando el testimonio de los sentidos, esas realidades absurdas que habitan en el espíritu y la creación.


La noche en que fui Cristóbal Colón


Esta entrega de narrativa publicada en el año 2005 (Ekeletra-Uleam, libro que presenta distintos espacios, ambientes, aparece la España (castigo y sobriedad), Manta y su ruralidad, ahí está su coloquialismo, el existencialismo de gente tratando de enfrentarse al mundo, vale traer a colación lo que Luis Carlos Mussó dice al respecto: “…esta vez no solamente nos encontramos con el tropos sino con el pathos”, no son los hechos ni las situaciones los que cambian el modo de vida de las personas, es la emoción la que va dirigiendo el modo vivendis de estos personajes.

Así aparece en el epígrafe: “…la única gente que me interesa es la gente que está loca”, por ejemplo en el cuento El caracol y su cara de anciano, Yolanda, una niña de apenas ocho años tiene un diálogo con un caracol con cara de anciano. O tal vez el cuento La puerta culpable, donde unos seres encerrados logran divisar una puerta que dentro de sí tiene un misterio que ahonda en preocupaciones y soledad.

Alguna vez, en clases de historia, en la Universidad escuché decir que el problema de la migración consistía en que no estaba terminada, por tanto los ecuatorianos fueron en busca de ese final, Ubaldo fue, pero a terminar esas historias, así en el cuento que lleva el nombre del libro, un personaje va en busca de ese descubrimiento de la ciudad madrileña, sus oscuros parajes, este personaje mantense se encuentra con un peruano, antropólogo, que le guía en ese transitar.

Este libro de búsquedas, también es el de los registros lingüísticos: “hijos de putitas para ser menos hipócritas”, “salao”, “joder cuñao”, como también la ironía: “Todavía no habían llegado a Ecuador dos presidentes, Mahuad con su corte de Alicia en el país de las maravillas o Bucaram con Alí Babá y los cuarenta ladrones”. A diferencia de lo que escribió Eduardo Varas de que este libro “pudo ser mejor”, la pregunta es ¿Hay algún libro mejor? Está claro que el relato corto debe tener un trabajo arquitectónico, bien cimentado, pero Ubaldo Gil logra crear obras grandes, como El caracol y su cara de anciano, El escritor y sus batallas, El padre en la cometa, No te mueras. 


Foto de portada libro La noche en que fui Cristóbal Colón


Amor más allá de Madrid:
Dios del pan: creación y destrucción en el Ser humano



Foto de Mar Abierto: Cristian López Talavera, Gabriel Cisneros, Paúl Puma y Ublado Gil


Publicado en el año 2003, inserto en el libro de relatos No lo hagas en Navidad (Mar Abierto editorial), novela corta que no pasa las 60 hojas, me atrevería a decir que esta obra es la consagración de Ubaldo, claramente se nota el progreso que ha ido dando a su narrativa, sin dejar de lado el discurso, impreso desde sus primeros textos. La ciudad: urbanidad y ruralidad, personajes desolados, el desquicio humano, el erotismo y ese rehacer el relato corto, decir y vivir.

Dividida en tres capítulos, el personaje ausculta su vivencia, e intenta recrear fielmente lo sucedido, la historia. El personaje es testigo de este manifiesto, donde el amor, la muerte psicológica, la destrucción del ser humano se van imantando en una narración, con un lenguaje sencillo y sugerente.

La novela tiene fuego en los personajes, O. Paz denomina: la Llama doble, donde el fuego primordial y original, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula, la del amor, Ubaldo Gil, en su narración levanta una llama rojiza, escatológica; la llama de la muerte. Los personajes se van a ver sometidos al amor, al engaño, al dolor, a la soledad.

Ahora bien, cuando el personaje comienza a narrar su historia, lo realiza en un Tiempo de la Enunciación Narrativa, ese es el momento dice Umberto Eco, en que empieza a escribir y a recordar su pasado. Ese yo recuerda y evoca: “Si ella estuviera aquí me levantaría media hora antes, cumpliría con el ritual del aseo si amanezco con ganas […] el sol mañanero de Quito entraría y yo sentado a esta mesa…”, un yo monótono, creando un personaje, desde su deseo, ese eros inexistente o que está arraigada a su piel.

Un estudiante, que emigra con una beca, desde su Manta hacia Madrid, en donde estudia arquitectura, en la Universidad Complutense, desde el inicio el personaje comienza a ver las diferencias conceptuales; la individualidad europea y el modo de vivir en Los Andes, la comunidad, esto cuando conoce a una chica y van al departamento, destapan una botella de vino, a ritmo de jazz; entre charlas de sus estudios, y películas, tuvieron un acto amatorio; Emily, días después, cuando él le invita a realizar un trabajo, ella le indica que tiene novio, el choque cultural que se da en el personaje es fuerte, dice: “Hoy he aprendido de esta mujer más de los que he aprendido en las clases. Esto es Madrid”.

Este es el inicio que tiene Fabián en una ciudad diferente a la suya. Soledad cruenta ante sus ojos. Poco después conoce a Lenka, una muchacha rusa, igual a él se encuentra en Madrid, con una beca, comienza a formar una relación con Fabián, viven en su departamento, solo les acompañan la pobreza, el hambre, la desesperación, el amor, la intriga.

En un instante ella le hace una pregunta clave: “Si eres casado, dímelo, será mucho mejor. Sabré a qué atenerme”, la relación continúa, tratando de que las situaciones externas no afecten en nada su amorío: “El amor erótico estaba presente y aplastaba a cualquier indicio de política”.

Desde ese momento, la narración va tomando fuerza en el concepto erótico. Otro choque cultural se sitúa en Fabián cuando, en un concierto de rock (él nunca había asistido a uno) conocen a otra pareja, y hacen un intercambio de parejas, comienza a quitar la idea de pareja monótona y hacen el juego Swingers. Él trata de seguir el juego, pero su ethos no lo permite. Disimula. Hay angustia y tormento.

La relación continúa hasta que ella descubre, por medio de una carta que Fabián tiene familia en Manta, ella decide dejarle. En él comienza a esclarecerse el capricho del amor, ser servidor de la vida como también de la muerte.

Personaje que crea Ubaldo Gil diferente a muchos ciudadanos del país. En Madrid, el personaje habita mundos subrepticios hasta llegar a la locura. Pero tiene un ethos y éste determina su comportamiento. Llega a la locura por una muerte que le provoca el sentimiento del amor, pero que su mito, su fe le despierta nuevamente a la vida. Es un creyente en Dios, sabe que es un ser destinado a sufrir, por tanto tiene que seguir una costumbre. La felicidad, su felicidad está en algo inmaterial, es por ello que lucha.

La novela concluye en un cuarto de hotel, en la ciudad de Quito, cerca del parque El Ejido. El personaje, (como una escena de teatro) describe que está sitiado en solitario junto a una máquina de escribir y una pila de papeles; la catarsis tiene su desenlace, aquí existe la disforia. Nos dice: “Quería contarme, aunque traicionado por la memoria todo aquello que viví”

Cerrando este escrito, nuevamente la ciudad comienza a tener sentido, tanto para Fabián como para mí. Así, levanto mis ojos hacia el cielo, lo contemplo: es verdad, Dios así lo ha querido.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Estrategias para descarriar a una mujer

Nuevo libro de poesía del poeta ecuatoriano, Cristian Avecillas,

Este es el nuevo libro que editorial Jaguar publica en Ecuador


 


Cristian Avecillas es un poeta, de los pocos en Ecuador, que trabaja su poesía consciente de ello, Cristian reconoce que el poeta es un ser humano por tanto, no tiene el mismo tiempo de vida que el poema; así su trabajo en los versos se van revitalizando en el proceso. Desde sus inicios: Todo lo que toco se convierte en Lidia, Ecce Homo, Todos los cadáveres soy yo, La identidad femenina; tránsito por la que se ha deslizado, desde una idea en tensionar a su yo, legitimizando al sujeto en el lenguaje, y que ese lenguaje mute en poesía: en silencio; habitando cuerpos ausentes, paradespués abandonar a sus divinidades, que los hombres sean polvo, continúen escribiendo sobre sus huesos. 

Avecillas, con su nueva entrega, Estrategias para descarriar a una mujer, logra comprender que la poesía debe ir más allá de lo común;por eso, el poeta ingresa con paso cierto logrando descubrir nuevos discursos, creaambientes donde la mujersea divinidad, constructo del verso femenino que no recae en decadencia de “poesía femenina” o “poesía erótica”; la voz de la mujer en el poeta no es propiedad de un género, ni siquiera de la academia que fragmenta las posibilidades del poema, es una poesía cierta. Tres actores determinan estas estrategias: el cuerpo de la mujer no es objeto de sexualidad sino descarrío constante; no seducida es amada. El hombre es un inventor del cuerpo: inmoviliza es silencio. El coro es deidad, en él recaen todos los futuros, pero también es trampa. 

Desde Aristóteles, el poeta entiende que el poema es posibilidad e inserta personajes que tienen categorías teatrales: la mujer, tragedia; el hombre, silencio; y el coro, drama; estos tres personajes dialogan, pero también incitan al lector a ser el cuarto personaje. Personajes que, siguiendo la voz del poeta profanan: “Aún crees en dios/ Porque nada sabes de poesía”, como queriendo descubrir esos cuerpos irreverentescontraponiéndose a lo sagrado; el ser humano no abandona a dios porque se considera mito, y es en este constructo que se crean atmósferas obscuras, varios ejemplos devienen: “la tarde es la pregunta que ya no se pregunta”; “el ocaso es anfitrión que te murmura”; resuellos, imágenes que van transitando la piel del otro, ineludible.



   


En la construcción poética de Cristian Avecillas senos presenta un escenario seguro, fuera de las perlitas o joyas de hacer antologías de los “panas poetas” para los “panas poetas”, que más llegan a ser comarcas insidiosas, al contrario en Estrategias,el espacio del escritor se vuelve irreal; Cristian se apega a una técnica experimental, riguroso en sí mismo, da pasos gigantescos a aquellos llamados “arriesgados”, su lectura es densa, lúdica; no es enajenante es giro, es catarsis, nos encontramos ante una escritura compleja, cuidado lector no difícil, es ritmo, que va desde el escenario hasta los sentidos del oyente. 

Arriesgado en presentarnos personajes-ideas, quienes ingresan en un combate de reconocimiento del otro, la alteridad. Un coro, un hombre y una mujer se dispersan en el transcurso del texto y logran tomar consciencia de su centro gravitativo en el poema: Dice el personaje mujer “Tengo vida: he oliscado./ Tengo cuerpo: me anticipo al arquetipo./ Tengo nombre: puedo maquinar”. Así se desata una constante resolución de inquietudes propias en el ser humano, misterios indescifrables que aquejan lal psiquis del poemario. 

Estos poemas hablan, se despliegan por sí solos, se deshumanizan, se humanizan, se vuelven silencio, pendulan en la fe de la palabra; no callan su visón del mundo. Son realistas, tiernos, amorosos, surrealistas. Vuelven al silencio: “Parece que en su labio se recuesta un moribundo/ Y es poema”, recalca el coro. 

Mientras releo a Cristian, no puedo dejar de sentir su lenguaje profano: la alegría es letanía, la rosa es demencia, lo pomposo es niebla; el canto del pájaro ovula, un ejemplo de lo dicho es el poema La Intuición I: “Tengo que salir a la intemperie,/ Al viento,/ Donde todo se consigue marchitándose;/ A través de las espinas y del tiempo, Como la flor alegre voy”… 

Algo que hay que destacar en este poemario es su estrategia; primero, la construcción del cuerpo femenino en ese juego amoroso tratando de encontrar un espacio de libertad en el erotismo ¿existe elúnico amor?... la mujer abre las puertas del día, y encuentra en un verso de Sabines la respuesta: “te abrazo para que madurez en paz”, quizá lo femenino está en esa intuición determinante, o en ese quizás del poema interminable, muy característico de los libros de Cristian. 

Triada que trabaja en la dualidad. Tú y yo, también ese quizás en donde los cuerpos se desdoblan. La muerte vida. La noche día. El mito logos. 

Cristian Avecillas con esta propuesta poética Estrategias para descarriar a una mujer nos devuelve al misterio de la escritura, a la locura del escribir consciente de la muerte, a esa profundidad de un acto creativo. Drama-poesía-existencia son desafíos constantes, una propuesta nueva de leer poesía.


lunes, 29 de abril de 2013

Rastreando la memoria,

a propósito del poemario Los Rastros, de Juan José Rodríguez

 

Leer poesía ecuatoriana es ir comprendiendo una poética de la evolución, y porqué asevero esto, simplemente por las variadas voces que surgen a lo largo de los años, nuestra poesía se caracteriza por varias etapas creativas, desde los tzántzicos, donde su poesía estuvo consumada a ser militante, donde sus versos gritaban o quizá, poetas de los años 80, época de represión política y social, aquellos versos que, desde sus trincheras creaban mundos de libertad, este como un ejemplo del proceso que la poesía ecuatoriana ha ido desarrollándose; pero también existen poetas que dialogan con otros poetas, desde sus versos, creo de alguna manera, este criterio pertenecen a los poetas de esta generación, uno de estos poetas es Juan José Rodríguez, en su libro Los rastros, publicado por Libresa en su colección crónica de sueños, por allá, en el 2006. Libro que recoge poemas trabajados desde el año 2000. 

Juan José Rodríguez, un poeta que ha ido generando varias voces poéticas, en sus distintas etapas de creación, pero creo que Los rastros, como inicio en lo que será su discurso poético, nos remiten poemas lucidos y de una fuerza expresiva que condicionan al poeta en su búsqueda del poema claro, preciso y bello.

Dividido en tres partes: Intención de sombra (los poemas mejor logrados), Grabados sobre una columna derribada y Cenizas en la roca. 

Intención de sombra inicia con el poema Trilogía del principio: “Invocar al caballo primitivo/ y dejarlo correr hacia el espejo” con estos versos, el lector podrá ir descubriendo por donde se inserta el discurso poético de Rodríguez; “caballo primitivo” esas imágenes de pasado que se nos advienen raudas y es en el espejo en que se descubre, se invoca. 

Las imágenes nos remiten a esa tradición simbolista, son versos pequeños, pero las imágenes cobran fuerzamientras uno va leyendo el poemario, así: “El centro de un pájaro callado/ sobre un pozo de sombra” o quizá estos versos: “La vida es un pájaro vacío./ La vida es un vacío./ Pero el pájaro existe/ y toma vuelo/ y escribe.” Claramente, la función del existir esa fugacidad y refugio en la escritura. Las metáforas en Intención de sombra son rememoración de ese pasado ausente, pero también es vacío… “Desde hace tiempo,/ amo los pájaros de sombra”. 

En Grabados sobre una columna derribada, Rodríguez nos remite a una poesía dolorosa, los versos elucidan cuerpos silenciosos, derruidos en un trasiego oculto; en el poema Elementos de otra voz, el poeta juega con retozos de voces quebradas, dice: “El silente/ ha cogido esa materia/ en su fondo de agua blanda”. En esta parte del poemario cobran vida los adjetivos: “bulbos muertos-lóbrega orquídea-árboles muertos-aguas del espanto-agua de sombra, etc.” Estos adjetivos que elucidan un camino lleno de piedras, que en su búsqueda tratar de encontrar el camino hacia la luz: “Lengua vacía que repite mi nombre/ con la luz, en la luz.”; también en estos versos: “Hoy ocupo su corteza viviente./ Ya con pies vegetales,/ voy al agua real.” 

Pero, Rodríguez en otras ocasiones subyuga sus manos encubiertas en un malabar de destrucción que es la vida, ¿quizá la muerte?, desde las orillas, donde descansa la palabra: en el río de la poesía, fluctuante no estática. 

“Yo sueño un árbol que camina en el pasto. 
Sus ramas tocan follajes, escrituras.” 

En Cenizas en la roca, Rodríguez comienza a experimentar con el lenguaje: los versos son prosa, la prosa es verso; pero se puede observar a un poeta que hila sobrias imágenes, en el poema que da inicio a esta etapa: “vives en un cuarto donde nada existe;/ aun ausencia de lo blanco” brota desde oscuros recovecos y da cuenta de un talento grande para crear símbolos e imágenes pensados desde su yo interno: “los ebrios ven con odio los espejos”. 

Edward Sapir dice que “todo artista tiene que aprovechar los recursos estéticos de su propio idioma”, así lo hace Rodríguez: “El presente es la piedra que piensa”. ¿Quizá Rodríguez sea los escrito en sus rastros o solo es invocación de la palabra? De aquí explicar esa gravitación de los versos en torno a un vacío insondable: “Llueve ceniza entre los olmos muertos”, palabra desarraigada de la trascendencia de la memoria, palabra que se acoda en el dolor del vivir. 

A pesar de que Juan José Rodríguez ha escrito otros libros, no me queda decir que Los rastros es un poemario soberbio en esa indagación que transita mutando la condición humana.

martes, 29 de enero de 2013

El abismo de los justos:

el poema es la única incertidumbre


La Feria Internacional de Libro de Quito (FILQ), del año 2012, fuera de los problemas técnicos que existieron, trajo varias novedades, en lo que se refiere a Óperas Primas, una de aquellas sorpresas fue el libro de poesía El Abismo de los justos, del poeta guayaquileño Abel Ochoa, libro editado por El Ángel, editorial dirigido por el poeta Xavier Oquendo, un libro pequeño, fácil de manejar, colección que recoge a varios poetas jóvenes, entre los que nombro: Jorge Valbuena, Omar Balladares y Marcelo Silva, esto saca a relucir el buen trabajo editorial de El Ángel Editor. 

Al intentar acercarme al poemario de Ochoa, ya en el segundo poema Vacíos me encuentro con estos versos: “Los segundos van cayendo/ como gotas en mi piel,/ perforando mis entrañas…/ Una bandada de dioses se anida en el cielo”, necesariamente la primera reflexión supone una existencia del ser en el tiempo, ese retorno cubierto de resuellos, nostalgias, naufragios que ahondan en reflejos; reflejos de la infancia, reflejos del sujeto en su cotidianidad. 

Un misterio: misterio por donde las palabras acercan al yo ecos o resonancias, de la cual hablaría Octavio Paz, de ese pasado intermitente que llega embravecido al presente y es el poema que la enternece y descubre la eternidad en un verso, es por eso que Ochoa evoca: “La eternidad se envuelve en mis sábanas/ para florecer con tu corazón…/ la eternidad eres tú/ y con tu mirada posada en mis huesos”, en estos versos matizado de Romanticismo y Modernismo da valor a cada palabra, haciendo caso a los poetas Simbolistas, cada vocablo, a más de significación debe tener ritmo, el sonido debe colorear el mundo, recordemos a Rimbaud en ese poema de las vocales, donde no solo las palabras tienen color, sino las letras; y Ochoa maneja sutil este decir en el poema El mendigo y el niño: “Le pregunté qué hacía a un niño sentado en la rama/ de un árbol, empuñando una caña de pescar./ Me respondió:/ estoy pescando dioses en el cielo”. 

Estoy de acuerdo en la lectura que hace el poeta Jorge Valbuena, en el prólogo, donde dice: “El sujeto aparece retratado en la cotidianidad de los objetos”, pero este canto a la cotidianidad se resuelve en el poemario como una negación del tiempo, de su tiempo: “Busco la palabra/ entre los escombros…/ y pájaros/ que niegan su vuelo”, esta negación que actúa como descubrimiento, se llega al futuro como ceniza. 

Quizá este poemario no sea el único en este poeta guayaquileño, y perezca en el camino, sino siga en su búsqueda. El Abismo de los justos es un poemario que se lee y degusta; si bien, el libro no tiene una consciencia política, ni le preocupa la coyuntura social, está bien escrito y nos sondea un poeta consciente de su actitud poética para su ser.

Comparto varios poemas de este Abismo de los justos:

VACÍOS

Los segundos van cayendo
como gotas en mi piel,
perforando mis entrañas, dejando sus estigmas en 
/mis manos.
Mientras las gargantas se pasean por el prado
/llenas de sangre,
solitarias, temerosas.
Una bandada de dioses se anida en el cielo.

ARCILLA

Mis manos envaino
en una guerra de obuses.
Busco la palabra
entre los escombros.
Me recuesto en la yerba,
observo
un cielo de arcilla,
y pájaros
que niegan su vuelo.

EL MENDIGO Y EL NIÑO

I
Un mendigo fuera de una catedral
tenía en sus bolsillos luciérnagas abarrotadas
y un cartel que decía:
prohibido dejar limosnas

II
Le pregunté qué hacía a un niño sentado en la rama
de un árbol, empuñando una caña de pescar.
Me respondió:
estoy pescando dioses en el cielo”