miércoles, 28 de diciembre de 2011

JORGENRIQUE:

EL SILENCIO DEL POETA QUE SEDUJO A LA MEMORIA




Solamente desde la oscuridad a la que me encuentro sometido puedo escribir estas letras que están marcadas por la historia. Solamente desde esta siesta a donde me condujo la poesía podrán salir letras tímidas e ir tomando forma de poema. Solamente desde el recuerdo de Jorgenrique Adoum podré escribir este artículo que rememora el encuentro con el poeta, con el maestro… con el silencio.

Solamente la noche es el espacio donde la pluma toma contacto con el café y la inspiración adviene a mis sentidos como un avión o un velero que busca un cuerpo de quien poseerse e insuflar las sensaciones más hermosas. Y solamente la noche me susurra los recuerdos de aquel 1926, donde Ambato recibió entre sus brazos al ciudadano que combatiría a su tiempo y dialogaría silenciosamente con la historia. Con su pasado ronroneándole la hoja en blanco, pues es Ambato la ciudad que solo existe en el tiempo y la palabra.

Desde muy joven Jorgenrique tuvo que luchar con el destino. Fue bachiller en la escuela jesuita, estudio Filosofía y Derecho en la Universidad Central del Ecuador y a los 20 años fue secretario personal del poeta chileno Pablo Neruda, quien de la mano le hizo reconciliar con el Ecuador Amargo a quien tanto amó.

La poesía de Jorgenrique ronda los espacios subrepticios del ser humano, indaga rompiendo la métrica y acercándose de una manera directa a la conciencia humana, su voz poética es la del hombre que amó a su tierra: "…yo quería dormir, quería haber llorado/ con los párpados puestos en mis necesidades,/en lo olvidado, retroceder a alguien, a ella, a mí, a nosotros/dispersos: y solamente encontré al indio,/ dueño de su desesperanza y de su abismo…"

Dice Hernán Rodríguez Castelo, uno de los críticos más importantes del país, sobre la obra de Jorgenrique en Ecuador Amargo: “significó la revelación de un gran poeta, maduro a sus veintiséis años… lenguaje personal, ancho aliento y visión amarga para iniciar el canto a la áspera patria…” (CASTELO RODRÍGUEZ, Hernán: Lírica ecuatoriana contemporánea)

Los recuerdos en Jorgenrique tienen un tinte gris, el recuerdo de Las notas del hijo pródigo son el llamamiento de la infancia, marcada por las constantes injusticias sociales, además que vivió en carne propia la II Guerra Mundial (1939). “El adolescente Adoum despertó a la historia con los lejanos bombardeos de la guerra mundial” (RIVAS, Vladimiro: Jorge Enrique Adoum: El tiempo y las palabras). Por tanto, la función de la voz poética en Adoum es evocada desde el silencio que produce el pesimismo de estar lejos de su maniatada infancia, que para Cioran este sufrimiento es instrumento para la obtención del conocimiento.




Un poeta que vivió la poesía intensamente. En una entrevista, publicada por la revista El Búho (2007), ante la pregunta si el escritor tiene un compromiso, su repuesta fue simple, sin tensiones ni escepticismos ideológicos: “El primer compromiso del escritor es con la literatura, de nada sirve la más grande obra revolucionaria si no tiene su propio valor literario”. Por eso su obra ha desbordado los más grandes matices de la poesía. La palabra era su instrumento para indagar lo profundo del ser humano, las vicisitudes que acarrean los problemas sociales, así la palabra se convierte en la espuma que debemos desechar de nuestra boca y darle una figura, hay que reinventarle.

Ante todo, es preciso ordenar la infancia/como un país disperso, evoca el poeta en el poema Resumen de la infancia, Los versos de Jorgenrique recorren las noches sin imágenes, noches vivaces, reflexionadas, son noches donde la poesía ronda los escondrijos más absortos del ser humano.

Jesús Ledesma irrumpe en el concepto de persona, aduciendo que: “El hombre se ha cuestionado siempre por qué hay cosas, quién soy. Ha observado que las cosas son en cuanto difieren y que estas diferencias le dan su gran riqueza al cosmos. Poco a poco va descubriendo que la realidad dentro de su complejidad es análoga” . El concepto de persona y de patria son las constantes en la poética de Jorgenrique, ¿poesía antropológica? Quizá, pero sabemos que su poética, también su ensayo, confirmó que fueron obras individualistas. Odió con profundidad la poética mentirosa, artificial, la que se prepara para ganar premios, reconocimientos y no la que desnuda al ser humano, Jorgenrique encontró en la poesía el vehículo para poder confesarse, para recrearse como ante un espejo el hombre qué fue.




Los cuadernos de la tierra, una de las obras completas que se han escrito en el Ecuador. Un libro experimental, casi un juego elegíaco, es un canto a la patria triste, remendada, crucificada por la transculturalización que sufrió nuestra historia, la lacerada; por eso, Los cuadernos de la tierra son lamentos, según Vladimiro Rivas, la épica de la derrota.
Soledad, aquí nos recibió la noche, el primer verso del poema Los orígenes, devela el camino por donde las imágenes poéticas van a vagar en busca de la memoria incrustada en el olvido. ¿Por qué Cuadernos de la tierra? “de la tierra emerge el hombre que será héroe de estos cantos. Por ser, entonces, los cantos al hombre de la tierra, están poblados de elementos telúricos” .
Adoum, quien a los 34 años ganó el Premio Casa de las Américas, realizó su monumental obra: Dios trajo la sombra. Octavio Paz, refiere el mismo poeta en la introducción a los cuadernos de la tierra, prefería este cuaderno a todo el resto, quizá porque el descubridor se asemeja al poeta en su aventura, cuando arrastrado por su destino, más que por el río, no puede volverse atrás ni detenerse” .
No hay duda que con la muerte de Jorgenrique, Ecuador pierde una de las voces poéticas importantes en América Latina, pero no cabe duda que jóvenes poetas estén irrumpiendo con su voz los secretos de los nuevos lenguajes poéticos, el sueño de Jorgenrique. Por eso, no cabe permanecer en la noche sollozando su partida. Y también no es tan cierto lo que sostiene Huilo Ruales (escritor ecuatoriano) que los poetas no mueren nunca. Así se tenga la idea que los poetas son como semidioses también necesitan de la muerte para sentirse humanos, lo que queda de ellos es su poesía, sus versos, esa lucha constante con las palabras.
Jorgenrique, antes de su partida, pidió que se lo recuerde como un hombre bueno, un amigo; y así se lo recordará. Por hoy solo nos quedan sus maravillosos versos:
…Mentira, corazón, todo/miente acerca del odio establecido./En el principio era el pueblo, su raza/de maravilla, y el será hasta el final.
En estas temerosas líneas que se abocaron en rendir tributo al Jorgenrique Adoum deambula un silencio que evidencia la existencia de un poema…


…escrito en la memoria.

¡Qué el poema lo reconstruya!

lunes, 26 de diciembre de 2011

DANZA DE CALLEJONES

"Un cierzo de lágrimas/ envuelve [...] las ilusiones esculpidas/ en una estrella fugaz"


Para un lector de poesía que se ha formado en una lógica citadina, adhiriéndose a temas comunes, a lógicas de colegios y universidades; para los otros lectores de poesía que han seguido puntos de partida desde el racionalismo de occidente, quizá Danza de Callojones no sea para sus gustos, y no aconsejo que dieran una lectura. Pero, a quienes asumimos la actitud poética como una forma de vida, este libro del poeta Ives Cadena, es una necesidad de vuelo. Me recuerda a Guirnalda del Silencio de Jorge Carrera Andrade, donde lo cotidiano de las cosas terminan metaforizándose desde una arquitectura ordenada, desde una base. Danza de callejones podría considerarse... "un viejo ritual de vida/ donde inicia la libertad".


Este sencillo libro, editado por la CCE, Núcleo del Chimborazo, empieza teniendo versos inseguros, eso no lo hace menos hermoso, y lo ratifica el poema inicial, Pajarito: Vuela; no pares/ tus alas pertenecen al viento/ no a estos barrotes/ que lastiman. Esta inseguridad que deviene por una necesidad de impactar directamente en el lector, pero al terminar la lectura de este libro, uno se da cuenta se da cuenta de la exactitud de los pasos del poeta. Versos seguros, unos prosaicos, otros donde la imagen resuena en lo más profundo del ser. En el poema Avatar, donde la belleza es implacable nos dice:


"La luna me prestó sus ojos

para sujetar tus alas,

los rincones empedrados

que se agitan en cada palabra..."

Una vez más se ratifica lo que dijo alguna vez Mallarmé, y que lo leí en un ensayo añejo de Jorge Carrera Andrade: "La poesía no se escribe con ideas sino con palabras", Danza de callejones sigue fiel esta frase:

"Cuando veo la rosa
imagino

tus brazos desnudando mis temores"



o quizá en el poema Ato tres: "Habla la soledad/fingiéndose dueña,/ inunda la casa/ su casa/ se hace sol...". Ives Cadena, proveniente de los talleres literarios de la CCE, poeta nacido en Zamora Chinchipe, pero que recogió vivencias en la fría ciudad de Riobamba, es un poeta sensible, en sus ojos tiene un rastro de luz, sus temas son su infancia, la tierra que lo vio nacer, el amor (siempre tema esencial, no solo de la poesía sino de la vida) que en su pluma no es pedantería, es canto: "Sé que estás hecha de vieja madera/ y arrugadas espiritualidades,/ la duda consume tu razón/ escondes palabras/ en la caja fuerte del alma..."



Felicito a Ives Cadena por este hermoso libro, seguro uno de los más nobles y sinceros que se han publicado en el Ecuador. También aliento a este poeta a que siga en este difícil mundo de la poesía, que es condena y vida. Salud por este poemario.



Poemas:



RENACER



Puede ser que mi cuarto

Impregnado de tabaco

y alfombrado de condones

confunda

delate

encandile.




mas yo recuerdo

aquel instante

cuando el tiempo

se paralizó en su garganta

y mi alma desangró

la luminosidad de lo incontenible,



¡demonios!



fui hombre, animal y perfección

navegando en un campo de estrellas

cuando recién nacía el sol.


LLÉVAME


Llévame

en la envoltura de tus sueños

agua clara de infinitos resplandores



llévame



en los violines de tus imperfecciones

donde rasgo melodías de luz.

domingo, 18 de diciembre de 2011

UNIDO A LA PALABRA DE ALFONSO CHÁVEZ

POR UN CORDÓN DE SUEÑOS



1. EL ENCUENTRO CON EL POETA

Jamás olvidaré las palabras con las que Rafael Larrea describiría la partida de Alfonso Chávez Jara, y que permanece plegado en ese libro póstumo, sumamente bello, Instantes:


“Y, yo qué hago, cómo verso, cómo escribo en letras mínimas y sólidas este inmenso tierno mar con el que quiero nombrarte, hermano poeta, hermano interminable. ¿Cómo inaugurar un mar de lentejuelas que te recuerden para siempre? Qué frágil es el ser, la palabra, la muralla, el tiempo”


Pero, ¿Quién era Alfonso Chávez Jara? ¿Por qué se mantuvo por mucho tiempo en silencio sus palabras? ¿Qué, de una isla en nuestra lírica?... Es por eso, que mi búsqueda por la vida y obra de este poeta se convirtió en una obsesión. De ahí que aterricé a una antología, de formato pequeño, de la editorial K-OZ, que en su interior, tibias páginas nos recuerdan la palabra poética, los sueños que Alfonso Chávez ovilló desde su Riobamba, fría ciudad que alberga a los cóndores, la cuidad que propaga una variedad cultural hermosa. Aquella ciudad que aletea con las nubes y nace bajo las brumas sedientas de la poesía:


“Desciendo en mi potro/ de poeta,/ con la autoridad de una perdiz/ en un trigal ganado,/ para deciros,/ piedras coloradas,/ enamorados ponchos vigilantes…”


Alfonso Chávez nace un 5 de diciembre de 1956, en Villa La Unión, desde pequeño, llevado de la mano de su madre nace niño al poema, como resalta el poeta Diego Velasco. Realiza sus primeras lecturas, pero es en la adolescencia, en plena etapa colegial que la luz del poema, y la tortura que torna a su espíritu en una búsqueda incesante por la libertad del ser humano, conocedor que el arte es el medio más eficaz para hacer de la palabra una piedra que se levanta como opción de vida.







Publica su primer libro de poesía (joven e irreverente), cuando cursaba su juventud en el Colegio Pedro Vicente Maldonado, en esta etapa, el adolescente poeta era ya un luchador por las causas sociales, fue dirigente estudiantil, además del gran proceso, en fin de las artes populares, que con el tiempo devendría en la editorial VIVAVIDA. Dice Diego Velasco de este primer libro: “Poesía semilla, poesía indigenista repleta de quichuismos… poesía de un adolescente aficionado a cantar…” . Por otro lado, Pablo Yépez Maldonado anuncia: “No renuncia a la experimentación, no desmaya en su viaje hacia el fondo de las palabras y la vida”.


Podemos ver en estas dos lecturas que la personalidad de nuestro poeta está caracterizada por la precocidad en la imaginación poética, como también un conocedor que el lenguaje toma vida en el verso. Si bien, la riqueza léxica, coloquial en el discurso literario tomó eco importante en la Generación del 30, Alfonso Chávez revela en el lenguaje un modo de vida de los campesinos, nos muestra un referente geográfico. Con esta preocupación que se sumillará en los posteriores poemarios nos muestra un momento histórico en la que habitó, nos hallamos en los años 70.


Este, su primer libro, anuncia un poeta que quiere dialogar con su lector. Que configura una poesía distante a la retórica odiosa de “nuestros poetas canónicos”. Una poética común a sus ancestros, a su vida cíclica, una poética que se reencuentra con sus raíces.






2. ¡Vamos compañeros, adelante!/ La hora de llegar al mar/ se acerca.

POR UN CANTO DE VUELO FIRME

Libro publicado por la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), en el año de 1980, época en que el compromiso estudiantil no se detentaba en los poderes políticos, sino en las ideas revolucionarias claras y firmes.


Y son con estos versos que inicia el libro de poemas: “Traje/ mis propios pies/ a esta tormenta,/ mis manos/ a vivir/ esta alegría”. Un estudiante emigrante de la fría Riobamba, que había llegado a la capital a estudiar derecho, necesitado de imágenes libres y generadoras de un diálogo social, integra las líneas del Frente Revolucionario de Izquierda Universitaria, imbuido de las ideas libertarias de Salvador Allende, de la Revolución Cubana, El Che Guevara, activistas indígenas, como Dolores Cacuango, a quien dedicaría uno de los maravillosos poemas: “…páramo y piedra,/ todas las alegrías de la tierra/ en tu anaco,/ son alimento fino de nuestro alegre canto”. Nunca la tristeza. Nunca la sumisión. Si el vuelo. Si el canto: “Comunera,/ tu vida es el espejo,/ y lo que vos hiciste/ no podrán ocultarnos,/ aquí estamos nosotros/ Dolores mensajera…”


Canto de vuelo firme reflexiona un tema esencial: la noción de historia. La condición del indio como un ser andino. Esa incesante búsqueda de las raíces, de su identidad: “No conozco más país que el mío,/ este verde país… seco y volteado”. Pero también, la ternura es parte de su búsqueda ante el afán de vivir dignamente. Así, la quinta parte del poemario puertas adentro, la mujer es esa ausencia amatoria: “no pudimos/ bajar de tu vientre/ un hijo,/ una caracola,/ una mariposa,/ que abrigue con sus alas nuestras únicas vidas”.


Poesía comprometida con la propia palabra poética. En Proclama, Alfonso Chávez demuestra el quehacer estético: “Cuando yo digo:/ cielo,/ bandera al viento,/ ordeno tu destino”. Versos que nacen de la palpitación imaginativa, reflejando varias facetas en su discurso poético.


LA NOCHE, UN SUCESO EN LA POÉTICA DE CHÁVEZ JARA


“La nochura/ Ha venido a gitanearme,/ a recorrer chasquidos/ hueco adentro…” así nace, la segunda etapa de Chávez Jara. Primero, con la conformación de la editorial VIVAVIDA, que generó un diálogo entre los autores de poesía con la sociedad, varios nombres pasaron por este sello; entre los que nombro: Miguel Ángel León, Javier Ponce, Iván Oñate, Iván Carvajal, Rafael Larrea, entre otros. Pero, en 1983, aparece Inquilina noche, según confesiones del autor, este libro: “fue un cuaderno de ejercicios, de divertimentos y preparación…” . Este ejercicio, parecido a la experimentación de Vallejo: “Rumbbb...Trrrapprrr rrach...chaz”, de aquel Trilce esperanzador, que lleva a una metapoética: “Cerrojos chirrrrrrrrían/ Almadentro”, se reflexiona el papel del lenguaje poético en el poema.


Así mismo, en 1989 sale a la luz La medianoche sacude la memoria, en este espacio, la experimentación sigue siendo una obsesión en Alfonso Chávez. Capaz de innovar la forma del poema con un elemento esencial, la noche. Pero no deja su crítica hacia el status quo, sino una búsqueda existencial de los cuerpos, en ese abandonado campo: “Se despertó la noche cuando la luna ya sacada su tillo se elevó hasta tocar la palma de mi mano…”. La noche es ese cuerpoestertor, cuerpobohemia, donde descargar su furia.


EL CORDEL HACIA EL POEMA INCONCLUSO


En los años ochenta, Alfonso Chávez Jara, con poetas riobambeños crea el grupo literario Sacapuntas, esto se da en pleno boom de los talleres literarios, donde funde la poesía con diferentes artes, hablamos de la danza, la música, la pintura, todo con el objetivo de popularizar la creación. Para estos años, es presidente de la Casa de la Cultura, Núcleo del Chimborazo, siempre con su cuaderno en donde permanecerán por largo tiempo guardados sus poemas, que luego devendrán en un hermoso libro, denominado Instantes, aquellos poemas de su vida, de su amor, y de su muerte.


Y en el final del poema Amantes, como una profetización escribiría: “Ser pilotos de una nave/ sin brújula y destino…/ Tachar un nombre querido/ de nuestras libretas porque sí/ porque ha muerto”. En 1991, en una nochebohemia, nochedestartalada conjugado con la política, en un accidente de tránsito, es donde se apaga la voz de Alfonso Chávez Jara. De ahí, que su libro póstumo Instantes se convierta en ese continuar del poema inconcluso, el que no encuentra un fin, dando trascendencia a esa búsqueda maravillosa de la libertad.

EL ETERNO RETORNO HACIA EL POEMA QUE SACUDIÓ MI MEMORIA


Este 2011 se cumplen dos décadas de la partida de uno de los poetas y promotores culturales más importantes que ha dado nuestra patria, Alfonso Chávez Jara, injustamente olvidado por algunos poetitas de mierda, como los llamaría Raulito Arias, el poeta que nos devino en su bicicleta de sueños, aquellos bates de béisbol y de comarca que han desvirtuado nuestra real literatura, en nombre de la “crítica sofisticada y académica”, tratando de cuidar su imagen de escritores universales, conllevan una pedantería, por eso Alfonso Chávez escribiría: “ocuparé el nombre suburbano/ de una lata vacía/ hasta constatar que el camaleón es un pensador profundo…”. Siempre irónico nuestro querido poeta. Irónico en esa tristeza en que se allanó su vida.


Y por eso, por recuperar su poesía, con apoyo estudiantil de la Universidad Central del Ecuador, donde los pasos de Alfonso Chávez, y de su esposa, María Eugenia caminaron por un Ecuador justo, igualitario: “Inevitablemente,/ mis párpados/ son dos pájaros quemantes/ aleteando recuerdos/ en el rincón más próximo / de tus modos benditos/ confinados/ en este pecho/ imposible de enfriar…” así era el canto de Alfonso. Bello. Radical. Preciso en sus palabras. Se realizó el I Concurso Universitario de Poesía Alfonso Chávez Jara, con un festival donde poetas jóvenes se dieron cita a una fiesta, imantando alegría entre esa nostalgia que fue el recuerdo de la tanta vida y jamás… nostalgia del haber hurgado la ternura de Alfonso Chávez Jara, pero siempre con la cabeza en alto, ejemplo de nuestro querido poeta.


Esperando continuar con el concurso y el festival, siempre con las dificultades propias de un país, donde la falta de apoyo a las actividades culturales prevalece, pero con el corazón en la mano luchar… vivo ejemplo de ese canto en vuelo firme


Solo puedo decir: salud por Alfonso, porque tengo fe en su poesía, porque tengo fe de un Ecuador justo…

domingo, 11 de diciembre de 2011

UN DULCE REENCUENTRO,

A propósito de la novela Hallado en la Grieta, de Jorge Velasco Mackenzie…

Son tres años en que vuelvo a un texto de Jorge Velasco Mackenzie. Sí. Tres años en que tomando un café, debajo de la luna, contemplo una sombra que ayer salía de ser un niño indefenso para revelarse en un ser enfrentándose a un mundo real, el trabajo, pensar en el título universitario, quizá una mujer que acompañe las soledades tardías, atrás estaban las borracheras de pájaro, donde solía sentarme con una cerveza y leía a voz alta El fantasma que merodeaban mis sueños imposibles (parafraseando al cuento de este autor) o cuando conversaba con amigos sobre las Escenas en el andar de un hombre solo. Admitir que se convirtió en nuestro escritor de cabecera, que El rincón de los justos, al igual que algunas novelas de Ubidia, o Proaño Arandi, retrotraían lo mejor de las novelas contemporáneas. Que era una novela protesta, novela mariposa, novela queso, profundamente humana, mítica, pero también generaba desorden, que el dialecto era simple y la violencia en su sintaxis era ternura. Tres años, y por supuesto escuchando un bolero de Leo Marini.









Y tres años después iniciar una lectura con esta frase: “Hay una edad en que la vida, más que dar te quita, dijo Valdemar mirando la línea verde nítida en el horizonte”, lo primero que hice es mirar por mi ventana y no entender a la lluvia. Y recordé un hermoso Haiku de Yamaguchi Sodo: “Bajo la clara luna,/ vuelvo a casa en compañía/ de mi sombra” y me dije, ensimismado, nunca abandoné a Jorge Velasco Mackenzie, sus palabras siempre estuvieron guardados en mi piel, recordar entre risas y vergüenza las veces que quise plagiarlo, me sumí en la lectura de Hallado en la Grieta, ¿su última novela? Quizá no, Jorge es uno de esos escritores que necesitan de la escritura para vivir, por eso, no diría su última novela, tal vez tenga muchas en su corazón.



Hallado en la Grieta es una novela sencilla de leer, tiene mucha musicalidad, mucho verso. El primer capítulo presenta un oximorón: El infierno del paraíso. Pero, en el proceso de lectura me preguntaba cuál es el paraíso, si en la novela los personajes estaban destinados a un dolor, a una venganza, a una soledad, en el final de la novela lo entendí, algo similar sucedió a Virgilio y Beatriz, descender a los infiernos, donde alberga la tristeza, engendra la soledad, los monstruos del pasado acechan, pero el amor es la eternidad. Y estos son los temas que los personajes de Velasco Mackenzie presentan.







Valdemar Ventura y Aylin, dos seres distintos regresan a recuperar un pasado abandonado en Las Encantadas ecuatorianas; las islas Galápagos son el lugar donde todos los personajes regresan, es ella, que celosa guarda un tesoro para todos los fugados. Aylin, asiática, hibakusha, mujer que huye de la guerra, de las bombas de Hiroshima y se asienta en estas islas para salvaguardarse y construirse como ser humano. Valdemar Ventura, como su nombre, aventurero, solitario, es quien compra la vida de Aylin y le separa, muy niña, de sus padres, de su futuro, de su presente. Regresan viejos, sus cuerpos ya no son los mismos, están lacerados por el destino, por el odio, por la sed de venganza, pero con ganas de rescatar la libertad y el amor. Así mira Valdemar a Aylin:



“Valdemar se volteó para verla: largo tiempo había dejado de ser bella, o poseía una belleza lejana de la que apenas conservaba un rasgo, esa parte del asombro que lo conturbó años atrás…”


Así llegan a Santa Cruz, antes llamada Indefatigable, lo primero que realiza Valdemar es sumergirse en cerveza, Aylín, maravillada del mar, empieza la nostalgia, cuando él le propone caminar, luego del descenso del barco que los acercaba a su muertevida, llamado el Albión: Venir al Edén ya viejos. Debimos haber llegado cuando tú me raptaste… entonces esto era un Edén derruido. Son las palabras de la mujer que mantiene un odio con el hombre que vive cerca a ella.



Así es el inicio del relato, un dejo de tristeza en las aguas del presente. Un entretejido de realidad lejana. Aylin, siempre con el recuerdo de sus padres y querer recuperar sus cuerpos, el pueblo ya no es el mismo, el cementerio se ha evanecido, nadie de las personas recuerda nada del pasado. Es como un pueblo fantasma. Ellos son extranjeros sin cámaras fotográficas, extraños ante las miradas de las personas, son como cadáveres con sentimientos, caminan destartalados por las calles sin fin:



“Valdemar Ventura, junto a su mujer Ailyn, buscaron el cementerio en Playa de Oro. Era un cementerio en verdad horrible, nada tenía de santo ni de campo; más bien un descampado de tumbas en la tierra, cada una con su cruz a punto de caerse, el espacio estaba cercado con alambres de púas y hacia el fondo, casi contra una pared de rocas que recordaba el muro de las lágrimas…”



Aylín ante este avistamiento lloró con gritos al no encontrar el lugar donde, supuestamente, descansan los cuerpos de sus padres. Un ritual y alejarse fue el acto seguido. Y de nuevo, el recuerdo de las bombas en Hiroshima:



“Contaba Junko que los siete ríos de Nagasaki estaban lleno de cadáveres, parece que en la desesperación de las quemaduras, las víctimas corrían y se lanzaban al agua.”



Así es la novela de Velasco Mackenzie (Guayaquil, 1949). Unifica dos contextos culturales diferentes, Asía, por un lado, América por otro, en medio de sentimientos existenciales que aquejan a estos personajes, esta estrategia ayuda a transformar la realidad en ficción. Entreteje leyendas y mitos, como el caso de Camilo Casanovas, un renegado manabita (así lo dice en la novela) a quien castigaron con palizas por revelarse ante el gobierno opresor que instauró Manuel Julián Cobos: “lo sentenció a muerte sin matarlo” lo destierran a una isla sin agua, solitaria, solo con un cuchillo, previendo que morirá, pero éste sobrevive… como podemos observar, el autor no deja un descuido en su novela, dota de realidad a su narración. El mito, el símbolo, propios de una cultura encuentran hermosura en el texto.

Sinceramente, fue un aliciente leer esta novela, había perdido la fe en algunos escritorcillos que figuran de nuevos cánones, queriendo implantar novelas rápidas, hablando mucho, descosiendo lo que en nuestra patria se ha ido formando en un hilo conductor de una estética barroca, esos que quieren desmitificar nuestras identidades y se transforman en “y-universales” copiando estéticas distintas a nuestras latitudes, dígase Bukowski, Henry Miller, Raymond Carver, otros más dóciles, queriendo ser los nuevos Milas Matas, fulgurándose con premios y maestrías rosas, implantan unos juguetes destartalados. Es por eso, que festejo esta nueva urdimbre de Velasco Mackenzie, porque me devolvió la fe.



García Márquez, en Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe, se preocupaba por la creación en nuestros escritores, escribiría: “En América Latina y el Caribe, los artistas han tenido que inventar muy poco, y tal vez su problema ha sido el contrario: hacer creíble su realidad” y terminaba su ensayo con esta conclusión, “la realidad es mejor que nosotros. Nuestro destino es tratar de imitarla con humildad…” y creo que Velasco Mackenzie recrea una realidad desde esa realidad que tuvo que vivir y observar:



“…la noche había regresado muy espesa sobre Santa Cruz y su muelle donde dormían los lobos marinos. El mar era un mantón oscuro, casi negro, sin ruidos como si también durmiera, pero había algo arriba que sobresaltaba los espíritus más fuertes, era la luna, tan blanca y cercana como el rostro de una sirena…”



Este es el sentido de la novela de Velasco Mackenzie, dar un realismo conceptual y riguroso en el lenguaje, poético en sí mismo, que parte desde una realidad humana, como constructo social y subjetivo. Y esta descripción presupone un descriptor, en este caso el narrador, que en sí se describe y es parte de la historia. En el capítulo denominado, Isla El Sombrero Chino, el narrador se descubre: “yo, que desde este capítulo voy a aparecer de cuerpo entero, o medio cuerpo, que más da.” Entonces, el texto está dentro del texto, nada es externo. El narrador es la historia, él lo mira, él nos cuenta.



Solo me toca invitar a leer esta novela, más no podría decir, sería cortar el suspenso que se genera en los lectores, y claro, retomo a Leo Marini en la canción Tristeza Marina: “Mar.../ Mar, hermano mío/ Mar.../ en tu inmensidad/ hundo con mi barco carbonero/ mi destino prisionero y mi triste soledad…” Luego de una larga travesía y encontrar personajes del pasado que reavivan sus sentimientos, caso Amanda, Hipólito, Juan Antúnez (que aparece como un mito en la novela), Julián donde la nostalgia reaparece en forma de idilios amorosos, todo ante la presencia del silencio de las olas, y el constante batir del mar… Valdemar Ventura y Aylín se enamoran, y ascienden al paraíso, terminan su travesía y, desnudos, esperan el devenir de la mañana…