lunes, 2 de enero de 2012

ENTREVISTA AL POETA RAÚL ARIAS

para la revista Ojos de Perro Azul






Ah, poetas de mi tierra,/ poetitas de mierda/ con quienes aprendí a conocer/ una nueva enfermedad:/ la trinofobia. Así reza uno de los poemas que rompieron una etapa en la Literatura Ecuatoriana y el surgimiento de uno de los poetas más importantes en nuestra poética. Raúl Arias (Quito, 1943) militó en el grupo Tzántzico, poeta iconoclasta, con ideales de izquierda, generó una poética surrealista, que trató de cambiar el pensamiento del pensar en la creación poética. Un nuevo canto, una nueva semilla que debe crecer. Aquí un esbozo de una entrevista que Ojos de Perro Azul (O) mantuvo con el poeta ecuatoriano (RA):





(O) Raúl, ingresas al grupo Tzántzico a la edad de 21 años, cuando estudiabas en la Universidad Central. ¿Cómo fue esa época, sabiendo que el país necesitaba una renovación tanto en lo poético como en lo social?

(RA) El sentido de renovación lo fui entendiendo poco a poco, mientras estudiaba periodismo en la Central. Alrededor de 1962, había un movimiento estudiantil fuertemente politizado. Dos lados contrarios disputándose la dirigencia de la FEUE y Asociaciones estudiantiles. Como estudiante de periodismo, me preocupaba por lo que ocurría, asistía a asambleas, participaba como periodista iniciático, entrevistando a tal o cual candidato a la FEUE. Cuando presencié un recital de los tzántzicos en el salón principal de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación (así se denominaba), en la calle Chile y Benalcázar, me impactaron la forma y los contenidos. La visión o concepción de la poesía que yo tenía desde los años de estudiante del colegio Montúfar, cambiaron. Observé que había otras formas de hacer poesía y de exponerla. Conocí a Ulises Estrella, Alfonso Murriagui, Antonio Ordóñez, Marco Muñoz, Simón Corral.

Ellos ya tenían conformado el grupo tzántzico y circulaba la revista Pucuna. Leí la revista, que era comentada en todos los tonos. Recuerdo a un profesor y poeta muy interesante, Atanasio Viteri, que detestaba a los tzántzicos. Por el contrario, a mí me atrajo la irreverencia, el anhelo de cambiar las cosas. Les entregué algún poema recién producido, lo publicaron y me sentí aceptado, por lo que se inició una relación de amistad que hasta hoy prosigue.




(O) En tu opinión, ¿crees que el grupo tzántzico cambió la conciencia de hacer literatura en el Ecuador?

(RA) Creo que sí, con las limitaciones que conlleva “cambiar la conciencia”, que es una tarea enorme, que solamente se da en cambios sociales profundos, revolucionarios. Pero los tzántzicos incidían en la cultura de Quito y otras ciudades, por su actividad en el Café 77, los coloquios y debates sobre muchos temas del arte, y los actos recitantes que casi siempre levantaban comentarios de toda clase.

(O) Raúl, adhiriéndonos a tu obra poética, vemos que se amalgama de imágenes diversas, de imaginarios sociales, políticos y culturales. ¿Qué nos puedes apuntar sobre tu palabra poética?

(RA) Ciertamente es difícil hablar de uno mismo, en un tema tan sutil como la poesía. En la juventud, sobre todo, la mente está abierta a todas las corrientes literarias que llegas a conocer. Romanticismo, realismo, surrealismo, etc. Lees García Lorca, y te gusta. Lees Maiacovski y absorbes la política en dosis poéticas. Lees a Neruda y César Vallejo y los mundos que encuentras ahí pretenden atraparte. De las lecturas, sale algo tuyo, diferente, pues pones toda la potencia de que eres capaz, y ahí entregas el producto estético, que será juzgado.



(O) En los años 60 se publican tus primeros poemas en la revista Pucuna. ¿Cómo se ha desarrollado desde aquella época tu poesía?

(RA) El principio de toda creación está en búsquedas, afanes, intentos, lanzamientos. Si no te lanzas, no logras nada. Creo que he intentado crear siempre que se ha presentado el soplo vital de la poesía, pero no he sido un poeta a tiempo completo. Ser escritor en un medio como el nuestro es muy jodido. Pocos lo han hecho. La producción poética está reunida en Pedal de viento, antología que fue publicada por la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Prefiero que el lector diga lo que he caminado.

(O) Poesía en bicicleta se publica en 1975, libro condensado de antipoemas que condicionan al ser humano en una interiorización reflexiva. ¿Qué resultado tuvo en esa época tu libro?

(RA) Los poemas de Poesía en bicicleta fueron publicados unos seis años después de ser escritos, por lo que vemos el atraso editorial existente. Fue gracias a Iván Carvajal e Iván Eguez que se publicó el poemario. El primero pidiéndome lo que tenía escrito y comentándolo, y el segundo publicándolo en Editorial Universitaria. Tuvo un pequeño eco, en los círculos de los locos por la poesía.

(O) Constantemente en tus poemas resaltas a la palabra como un don del ser Humano. ¿Cuál es tu método, si existe, de creación literaria?

(RA) A veces surge el poema por obsesiones que se han introducido en tu mente. Vienen las imágenes, las trasladas, se forma algo parecido a un poema. Revisas, lo lees a alguien, oyes comentarios. Vas decantando la palabra, con el cedazo de la autocrítica.

No he tenido un método para escribir. Me han invadido temas, asuntos, imágenes, y he tratado de apuntarlas antes de que desaparezcan. Unas perviven, otras mueren.

(O) Siempre he escuchado que tu poesía es comunicante. ¿Qué deseas comunicar?

(RA) Todos deseamos comunicar algo, hacernos entender. Claro que no me gustó la claridad absoluta. Siempre hay imágenes, metáforas que velan la realidad, y otras que revelan. Creo que comunico lo que he visto. Alguien dijo que hacer poesía es trasladar lo que se ha visto. Y en esa frase se condensa mucha realidad. He visto la belleza, la mediocridad, el absurdo, y sobre eso es lo que he escrito.

(O) ¿Caracol en llamas se podría considerar un tributo a César Dávila Andrade?

(RA) Exactamente. Comencé a escribir textos sobre la vida y la poesía de César Dávila, el fakir, porque lo admiro y para mí es muy entrañable. Tuve sentimientos provocados por él mismo que me motivaron a escribir textos sobre aspectos de su vida y su poesía.

(O) Has cimentado el teatro y libretos para radio, ¿cuál es la diferencia con la poesía?

(RA) He escrito libretos para radio, con escritores y poetas ecuatorianos y latinoamericanos, en un proyecto conjunto con otros escritores: Raúl Pérez, Simón Zavala, Iván Eguez. Produjimos en 1989, y 1990, dos series para el Consejo Provincial de Pichincha. Tuvieron alguna difusión, pero no la suficiente. Es algo ya pasado. También he escrito dos obritas para radioteatro (Espejo, un zapador de la colonia americana, y El Dr. Sabri y las picadas del viento), y una de teatro sobre las aventuras políticas de Eugenio Espejo, Luces y espejos en la oscuridad. La diferencia con la poesía es que el teatro es un género que te obliga a ser más razonador y argumentar situaciones, debes investigar sobre lo que escribes y manejarlo de manera dramática.