jueves, 15 de mayo de 2014

Tu muerte Ubaldo fue una secreta victoria.

Un recuerdo a Ubaldo Gil,
a su amistad.


Ubaldo y su libro Más allá de Madrid.





1

Todo escrito exige el olvido, porque éste, decía el viejo Borges, es una de las formas de la memoria, un vago sótano, la otra cara de la moneda. Quizá fuese como le hubiera gustado a Ubaldo que inicie un relato, porque él amaba a Borges, me lo supo decir alguna vez que nos encontramos en un bar de la capital ecuatoriana; tengo inmensos recuerdos grabados en mi sobre las veces de las que charlé con Ubaldo Gil, el poeta de Mar Abierto, que con la serenidad del mar de Manta e ilusionado como el nino Amanolik, del mítico Hugo Mayo disertaba, hasta que llegase el anochecer. Qué extraño me siento en este momento: Afuera de mi habitación está la luna, brilla y tiene un ojo castigador, qué extraño al escribir este olvido, precisamente en la noche; un espacio con el que hice amistad con Ubaldo. Y qué extraño, he retornado al cigarrillo en este momento, luego de cinco años sin fumar. Pero qué extraño, mientras el humo se esparce en mi habitación, la memoria se libera y la esperanza se niega al igual que un dios moribundo.

2

Conocí a Ubaldo por intermedio del poeta Alexis Cuzme, y de su hermano, el poeta Pedro Gil, ya son varios años, pero fue por medio del correo electrónico en que entablamos amistad. Se lo notaba jovial cuando escribía, y se sorprendió cuando le escribí que había leído su libro de cuentos Trama sin utopía, jamás olvidaré lo que me respondió: “son juegos de un joven universitario amante de Borges”. Lo entendí y asimilé lo que alguna vez leí en un cuento de Kawabata “…por muy confusas que sean las palabras, ciertamente, son más fáciles de entender que un gesto torpe”. En Quito, días después de una Feria del Libro en la Universidad Católica, a la salida, con unas cervezas sobre la mesa le conté la anécdota de cómo encontré su libro, fue alguna vez en que fui a dar clases en un establecimiento secundario, en una de esas horas libres, como todo buen ladrón, sin que nadie se de cuenta me sumergí en su biblioteca y entre los varios libros empolvados estaba su libro, con una pasta verde y sus primeros cuentos, pequeños como hormiguitas autistas, juguetonas, exilios de un joven escritor. Claro, no fue el único libro que me robé, al mes de saquear libros de esa institución, presenté mi renuncia, ya había conseguido lo necesario. (¿Se dieron cuenta porque no doy el nombre de aquella institución?)

Pero no solo hablamos de su libro, a Ubaldo no le gustaba esa clase de egocentrismos, siempre se mofaba de aquellos ridículos escritorsillos que publican/can/can/can… hasta el cansancio, como queriendo llegar a ese premio Nobel no dado a ningún ecuatoriano; al contrario, las mujeres, los libros, las borracheras eran las mentiras que nos acompañaban, porque éramos hijos de la noche, pequeños retoños de luz.

Quería publicar a la mayoría de escritores en el Ecuador, no tenía límites. Su sueño, su Mar Abierto era un homenaje a todos esos escritores caídos en el olvido, porque la literatura es un olvido, más la Literatura Ecuatoriana. Cuántos escritores de este amargo país se esparcieron entre los vientos del cruel tiempo, y él sabía muy bien que las palabras son tiempo, por tanto, representan una lucha, un deja vu, un silencio. 

Aunque suene a lugar común, la editorial Mar Abierto fue parte de su vida, con ella viajó a distintos lugares, con ella se emborrachó de alegría y de tristezas, cuántos destellos de aquel proyecto no se encuentran en este momento en nuestras bibliotecas, recuerdo la vez que me llamó y me dijo: Cristian, hay varios poetas quiteños con sus libros, ¿dónde está tu libro, tú te lo mereces? Ubaldo Gil era una de las pocas personas que confiaron en mi, eso representa un regocijo, un orgullo, me sacó del ostracismo, me hice conocer en cada evento porque él me enviaba a realizar las presentaciones de los libros de Mar Abierto, recordar los libros de Jorge Velasco  Mackenzie, Pedro Gil: incesante Ubaldo, arduo que ensangrentó de glorias a esta Literatura Ecuatoriana.

 Junto a Gabriel Cisneros, Ubaldo Gil y Paúl Puma, durante la presentación del libro de Ubaldo

Y los que le conocimos, hemos de coincidir que su proyecto no fue fácil, hubo desengaños, pesadillas, como nobleza. De esto conversábamos en un café griego, por la calle Amazonas, siempre se encontraba con varios libros en su mano, unos ya hechos, otros en el  proceso, no dudaba en regalar libros, pero tenía siempre una frase: “escribe un pequeño comentario sobre el libro”.

Luego de un tiempo, de haber publicado a muchos escritores, le llegó su turno, y como una especie de reconocimiento, la Editorial Mar Abierto publicó su obra Antológica: Amor más allá de Madrid, quién iba a pensar que nuestro Ubaldo empezaba a despedirse de los lectores, de sus amigos. Confió en mí para que le hiciera la presentación, y fue en la Casa de la Cultura Ecuatoriana donde tuvimos un encuentro mágico; Paúl Puma, Gabriel Cisneros, Pedro Gil, María Isabel Iturralde. 

Nos conversó sobre el proceso de la escritura de su novela cortaAmor más allá de Madrid, ¡qué bello título! Ante lo mucho que digan de Ubaldo, en él habitaba el amor, siempre dejaba un verso triste para las horas solitarias, qué ser apasionado, tan humano. 

Si bien fuimos a cenar esa noche, por cosas del destino, sin Ubaldo Gil al igual que los Andrés Caicedo fuimos a festejar ese amor que nos entregó Ubaldo en una discoteca, bailamos salsa y tomamos cerveza hasta el amanecer.

3

Pero la vida nos trae sorpresas abrumadoras, y me entero que Ubaldo Gil se encuentra en una clínica de Guayaquil, no pude llorar, pero pasé toda la noche rezando a ese dios abyecto, pero recé por mi amigo, una de las últimas conversaciones que tuvimos me escribió esto: “… en mi novela quise que Dios fuera un personaje, todo lo decide él en la narración”, y qué buen personaje fue ese Dios del que hablaba Ubaldo, justo en un momento especial de su vida, un rayo fulminador atacó su corazón, Ubaldo Gil abandonó esta realidad un domingo 29 de diciembre del 2013.

Para terminar, parafraseo al viejo Borges: la muerte de Ubaldo Gil fue una secreta victoria.