miércoles, 13 de octubre de 2010

NARRATIVA:



TE BUSCO DENTRO DEL SILENCIO

A ella


¿Qué por qué no me contestas? Se pregunta el hueso de mi sueño, será porque ahora estás dormida y deshilvanada, o qué se yo. ¿Será que mi sueño todavía no te inventa? ¿Por eso no contestas?

Me pregunto si estarás en camino al encuentro de nuestros huesos, aunque gélidos saben lo que es amar, impúberes, desprotegidos ¿Recuerdas el café que me invitaste? Ese café fue el método final para enamorarme; para tenerme en tus líneas apostróficas. Y el helado escurridizo que cayó sobre tus pechos que aun no crecían, que Dios –de mala gana- no te los daba, pero yo me los imaginaba en mis pequeñas manos.
O los poemas que te rezaba en las noches tristes de mi vida, el peluche que te di tímidamente y tú te besabas con ese negro, al que luego abandonaste ¿Lo recuerdas? Como hijos de un bolero caminábamos retomando diferentes vías; tú por el bien y yo, por el tuyo.

Y mi sueño pensando si serás virgen (aunque a estas alturas de la vida eso no importa) me pregunto, un poco rezongado, si piensas en mí todas las noches; aunque una, una sola, tan solo una; será, pero sé que duermes bien, eso es lo importante.

Y cuando creí que nos separábamos definitivamente me llamaste ¿Hola, sabes con quién hablas? Me dijiste tratando de refluir mis recuerdos. Tu voz de ensueño ¡Cómo no voy a recordarte! Claro –te dije- y las cenizas comenzaron a formar de nuevo los cuerpos que algún día se entregaron en un beso.
Aunque trates de restar importancia, de nuestros cuerpos refulge polvo entregados al amor, por eso cuando salgo a la calle, o al parque, o al cine, o al fútbol, o a nuestro pueblo de tantos recuerdos, entre toda la bazofia denominada gente ¡sí, de la multitud! Te busco, busco tu nombre, tus ojos, tu rostro; busco tus recuerdos, esos que me retrasen la hora de mi muerte, busco tus labios, el centro de tu ombligo para poder soñar.

No, tranquila, no estoy loco –en camino puede ser- solo ando como perro tras tus ojos, tus ojos de almíbar, de crema pond´s. llegar a la tumba de tu desnudez, acariciar tus pómulos, susurrar un poema de Gastón Baquero a tus oídos, luego enroscarnos en un abrazo y bailar junto a Gardel un tango de pibe barrio.

¿Pero por qué no posas tu cuerpo en mi ventana? ¿o las garúas te asechan a esa cama donde dormitas? Pero tranquila, voy a dormir con mi cabeza sobre la almohada para pensarte; por eso, al cerrar mis ojos y entrar en la liturgia del sueño poder mirarte entre rosas. No ves que cuando te sueño tu rostro se viene en enigma postmoderno: en el CD, en la TV, en la PC y luego te acomodo en el baúl de mis recuerdos ¡Claro mi corazón! Junto a Aute, a Perales, a los Rollings, a Motley Crüe, y nuevamente, junto a Aute y tú mi labio perdido en algún monte pinteño, ese pueblo que vio nacer nuestro primer beso. ¡Qué bellos recuerdos! Por eso te quiero: por los recuerdos, los tuyos, los míos o sea los nuestros como un monte de melancolía en mi mano, nuestro saudade; te amo como a mis libros de Rimbaud, de Darío, de Erasmo; como a mi música, la de Chabela, la de Aute. Te amo como a mis películas de Einsesten, de Chaplin… ese amor mudo, iconoclasta.

Pero qué es el amor, o la sintaxis del amor, si un hombre no es correspondido por una mujer; solo una oración unimembre, sin núcleo. No has visto que en la oración el núcleo es fruto del sexo entre sujeto y predicado. Pero en ti no hay ni predicado, ni verbo, ni pubis… ni labios.
¿Pero para qué sirven los recuerdos? Sólo de pábulo para que la memoria y el ser humano se mantengan vivos. Para mí los recuerdos, tus recuerdos alimentan la garatusa de la lágrima que rosa mis mejillas coloradas, la mejilla andina; la wipala que es el color de mis ojos.

Lo único que avizora mi futuro es mi pasado, el paralítico que no tuvo agallas para ser hombre. En estos momentos sufro los espasmos de la muerte.

En una cajuela de moribundo las solapas que centellan mi niñez han llegado, ¡sí! Ese al que miras alado como la gaviota marina que vuela alrededor de su mito, tú eres mi mito, mi fantasía, mi fantasma de cártalos o la invención de Julio Verne, maestro del pasado futurista.
Eres mi eco perdido en la fragancia del viento que adormeció a Zeus. Pero no te desnudes todavía –dice Aute- espera un poco más. Tu cuerpo se presenta ante mis ojos como un relato sagrado, dramático, mágico. Tu cuerpo simboliza el pasillo de Carlota Jaramillo que se escuda en mi cuerpo.

Ella comenta con su voz profunda que no llore tanto por ti, pero no puedo, lo tengo que realizar, tengo que segar tu vida, la hora se estrecha cada vez más, me llega como ráfaga de metralleta; la que levantó Fidel y cumplió su sueño. Los sueños son los más próximos a la realidad, pero el mío se espabila como la palabra de Baudelaire en la letanía de Satán; ese poema que acongojó mi cuerpo. Ahora tú comienzas a tomar cuerpo de poema.

Ingreso sigiloso en ti, en el poema no escrito, hablado, besado. En tu cuerpo desintegro el presente y en cada línea que escribo avivo el pasado. Sólo déjame escribir. Cada palabra sintetiza tu cuerpo, tu sueño; esa cueva negra donde habitas, estertora.
Pero sigues sin contestar, y el sueño se va derritiendo al paso del reloj. En cada línea donde te voy dando forma de mujer apareces como el cigarro… consumiéndote de a poco y huyes agazapada de las volutas que se esparcen en el ambiente.

<> Grito despedido que profesa el poeta alemán, Rainer Rilke <> cegar a Eros, cegarte… suspendida a mi sueño.
Sé que no estás muerta, solo dormida. El cielo no cesa de llorar, se lamenta en esta despedida, garúas que buscan desesperadamente una palabra donde desplomarse serenamente. Háblame, aunque en códigos atentados por el furor del beso empedernido.

Sé que estás de espaldas, con la máscara arraigada al olvido, con tu boca despintada en el quejido de mi sollozo eterno. ¿Por qué no me contestas lágrima enferma, pálida, acre? Tu cuerpo va a permanecer inmóvil en el erial de este pueblo que no es tuyo, ni mío, de nadie. Tú no haces nada para escapar de la escafandra metálica que se ensoñó de ti. Música de gatos te acompañarán en esta tarde derruida por el clamor grotesco del maullido, agónico como tu rostro.

Sígueme hablando de ti, de tu niñez, de tu cuerpo para no olvidarte, para no imaginarme en otro cuerpo, en otra coraza. O mejor, no malgastes tu historia para ir reconstruyéndote de a poco, para no olvidarte, a los seres humanos no hay que malgastarlos, hay que sentirlos, a ti te siento, te siento junto a mi mano que acaricia tu cuerpo de lagarto mojado.
Pero háblame, déjame sentirte como se hace sentir el viento que toquetea mi cabello ensimismado, abrázame con esas manos que se apoyan en el fantasma que nos mira sollozando, bésame con esos labios derruidos por la ceniza que refrota de tu cuerpo y que huye agazapado de sirenios en el estómago. Ya no puedo más, estás ahí pero no te puedo tener, es algo así, mira mis manos, es algo así como está naranja que no tiene pepas, vacía, algo así como que existes pero sin alma.

¿Si hueles? es el aroma del licor que está apoderándose de otros cuerpos, igual al mío, igual al tuyo ¿si hueles? quiere asignarse en tus venas, transformarte en ese monstro melancólico que grita a los cuatro soles de la noche que defecan sobre las lagunas sobrias.
Maldito silencio que muere a cada voz que la noche desecha. Este silencio que se ha apoderado de nosotros. Yo hablo y tú escuchas, también viceversa –como diría Benedetti, el de los nombres incansables- tú hablas y yo escucho, pero a la final ninguno de los dos habla, tampoco escuchamos nada. Maldito silencio que bailaste en la niebla hasta encontrar un cuerpo. Maldito silencio que eres lágrima en el rostro del silencio.

Maldita tú y maldito yo que no podemos hacer nada en contra de este silencio que susurra en silencio. Pero para qué desordenar este silencio si tú estás sigilosa evadiéndome. Estás tan callada y quieta que no murmuras mi forma de venir vestido a mirar tu encuentro con el silencio. Esta corbata azul-ploma que tanto odiaste ahora no te hace ni fu.

Por esa quietud impávida la gente está huyendo y te levantan, te cargan sobre sus hombros y tú no piensas ni en reírte como si lo hubieras hecho ayer en la cantina del manungo. Y ni siquiera mueves tus manos para dedicarme esta danza provocativa que tienen las tachuelas que cubren las rosas que vigilan tu paso.

Y estás ahí, ingresando a ese agujero y el sueño de mi hueso imperceptible que te llama y tú no contestas

¿Será que mi sueño todavía no te inventa? ¿Por eso no contestas?
Por. Cristian López. T
Te busco dentro del silencio aparece en la Antología: Los Engendros de la Luna, que recoge los ganadores del concurso nacional de cuento y relato, realizado por El Taller Cultural Retorno, Casa de la Cultura Ecuatoriana.