jueves, 24 de noviembre de 2011

BREVES APUNTES PARA UNA LUZ QUE EMERGE DESDE EL SILENCIO

La literatura ecuatoriana vive un tiempo de cambios, uno de ellos es el apogeo de Talleres de Creación Literaria, entre los más importantes está el Taller del poeta Diego Velasco Andrade; de este espacio de apropiación de la imaginación han surgido nombres importantes: Johanna López Santos, Freddy Ayala Plazarte, Marco Bustos, Juan Pablo Mogrovejo, Priscila Montenegro, varias voces y diversidad de temas.


Desde sus inicios, el relato popular surgió como una narración oral, se recopilaban múltiples historias, de numerosos pueblos y se han recogido en mitos y leyendas tradicionales que han servido para generar una identidad andina ecuatorial. Pero también, el relato se logra constituir en la ordenación cultural de las naciones. El relato alucina nuestros paisajes allanados por un "desencanto" creado por subgrupos que han detentado con nuestra historia, haciéndonos creer que copiar supuestos cánones nos va a hacer universales.

Y quizá, esta sea la importancia de este Luz Lateral 2, que atestigua desde lo lúdico un reencuentro con nuestras identidades ecuatoriales. Escritores del siglo XXI, asimilan lo que hicieron nuestros escritores andinos de la Generación del 30, asumen el tiempo-espacio como algo omnipresente.

Nostalgia. Silencio. Viaje. Inmortalidad. Amor. Frustración. Son varios de los tópicos que esta nueva generación de narradores reflexiona. Creo en ellos y me aficiono en este trabajo, en esta muestra. Su originalidad nace desde sus anécdotas, pero también en el compromiso con la literatura, saben que la escritura es un oficio complejo, por eso sus imaginarios se llenan de poesía y de fotografía; de historia y de amor.

Agustín Guambo y Jenny Cortéz nos narran historias desde la neovanguardia, asumiendo el lenguaje como el cambio de actitud en una sociedad ennegrecida por los merchandising's. Amira Acosta, Fausto Ramos, Santiago Quelal y Oswaldo Mantilla, desde los tópicos ecuatoriales, tal vez del Realismo Social, llegan a ser los cronistas de la época, inmortalizando sus identidades. Liseth Correa, Kenny Oñate, Santiago Vásconez, David Cedeño y David Acosta, los más jóvenes de la selección, nos demuestran un oficio inicial muy importante, unifican la poesía con sus propias vivencias. Historias personales, pero con un profundo conocimiento de la labor de relatar, entrañan nostalgia y esperanza. Darwin Morejón y Mayra Arias, narradores con una violencia inusitada, trabajan el humor negro con historias cotidianas. Ximena Flores y Robertson Cáceres revelan unas tramas prosaicas, generando mundos paralelos.

Con esta obra, estos nuevos narradores, denominados la Generación Fractal, demuestran una incesante búsqueda de oficio literario, y configuran relatos iluminados de belleza conceptual, propio de los buenos escritores.