Fotografía tomada del archivo personal del autor
El imperio de la poesía está compuesto de palabras,
imágenes que son claros en el camino de la soledad, porque el amor no debe
reducirse a un sentimiento, más bien a un diálogo del yo con su otro; a veces
su igual, por momentos, el desconocido, porque el imperio del amor es una casa
que no nos abre sus puertas, es una casa donde las palabras son destinos, para
ingresar debemos usar máscaras y ser noche.
Una casa donde habitar la poesía, la reflexión
filosófica. Filosofía no entendida como el amor a la sabiduría, al contrario, comprender
la sabiduría del amor. Saber que en ese imperio el conocimiento está en el
otro, aquel objeto amado, aquel que es inasible. En este discurso, la poesía de
Fernando Farías Sacón semeja artificios profanos en la que el poeta transita
una época, retorna el cuerpo a re-pensarse, más allá de la postmodernidad.
Retorna al imaginario de la “ninfa”. Un poeta del mar que encuentra en Lesbia
el verso:
“…Azul y
agigantado como el mar,
un canto donde
dancen las ondinas y nereidas de las aguas;
un canto
distinto, melodioso a la medida de tu corazón
donde puedas
escuchar mis palabras
clara y firme
como el verso.”
Está claro que la poesía de Farías Sacón tiene la
escuela modernista, muy cercano a las Prosas Profanas, de Rubén Darío donde las
palabras dialogan en un universo cósmico. Ya lo diría el gran Darío “cada
palabra tiene una melodía ideal”, y allá va el poema que da título a este
compendio de poemas: “mis versos son perlas en las alas de las aves;/entre eco
y el viento.”
En el poema
Sideral, Farías Sacón engendra lo sobrio de Mallarmé, los poemas sociales se
hacen elusivos, nos dice: “Ah, la poesía,/ como fruto de la tierra”. El poeta
es un sujeto histórico que entiende la época en que vive. Reflexiona el
universo en que vive.
Fernando Farías
Sacón es un “poeta orgánico”, dota de memoria histórica a una época fraguada en
un capitalismo servil. Algo que he encontrado en la poesía de Farías Sacón es
ese inmiscuirse en qué puede decirnos el poema, más allá de lo conocido. ¿Hay
algo que habita el lenguaje?: un espacio
sideral de tus palabras.
¿Acá el objetivo
de la poesía? Denominar la belleza, no tocarla; preguntarla, no responderla.