domingo, 17 de abril de 2011

DUELE TANTO NO SER NIÑO EN LAS MAÑANAS


...duele la música cuando cesa / duele escribir / duele. El autor de estos versos que se desangran en el precipicio de la memoria es Carlos Luis Ortiz (Alausí, 1979). La primera vez que supe de la existencia de este poeta fue en el Concurso de Poesía Joven Ileana Espinel, del cual fue el ganador en el año 2009, desde ahí tuve una gran intención de acercarme a sus versos, y fue en La Feria del Libro de Riobamba que el encuentro fue cercano, su libro: "Lírica para vagabundos" llegó a mis manos.


Desde sus primeros versos, se puede sentir la nostalgia que acoge a Carlos Luis Ortiz: "No me duele el tiempo, / mi madre vela por mis huesos cuando duermo". Así es la poesía de Lírica para vagabundos, un canto a ese pasado que se viste de tristeza. Para los griegos, los poetas (personas escindidas en el dolor) debían bajar al infierno, lugar donde los dolores tomaban cuerpo; esa era su inspiración, tiempo después, los psicólogos llamaron a este descenso como depresión. Quizá esta palabra sea un enlace para desvivirnos en las lágrimas que nos devela Lírica para vaganbundos: "Esbozo canciones / sobre las últimas heridas / provocadas por el descanso eterno".


Dos libros componen Lírica para vagabundos; Detrás de la música fui todos los hombres, quizá parafraseando a ese otro de Borges, quizá a ese otro de Poe. Ese otro que aparece en una muralla a la caza del verbo: "Yo que soy apenas el vestigio de un artista.../ Ladrón que usurpa el frescor de un eucalipto". Ese otro que espera el camino hacia la nada, en donde permanecen estáticas el tiempo y el pasado, hermanadas en una muerte espesa, dolorosa: "Siento a veces que la muerte / se eleva como un navío hacia la luna, / tan alta, tan espesa". Para terminar cicatrizado en un mar, en un espejo coartado de imágenes pueriles: "El vivr tiene sus privilegios: / un manuscrito obsesionado bajo el polvo, / un roce detenido entre las manos".


El segundo libro se denomina: Un ayer impostergable. Nuevamente la voz poética se basa en la memoria, en el pasado para construir imágenes sangrantes, fuertes: "Camino con sangre entre los dedos / y todo es rojo cuando escribo". El poeta Ortiz vuela en los días grises para desemascarar aquel pasado inconcluso, aquella sombra que no le permite seguir en el camino hacia su futuro inacabado: "El tiempo me delega la confusión de los parques / el ritmo del carrusel". El discurso poético es desenfrenado. Las metáforas se osurecen ante la belleza, ante el verso. Gratificante poemario.


INTERMEDIO


III


Fue el mar

quien acarició el final de la tarde,

con sus sales anhelantes de ritmo.


Fuimos nosotros: oboes extraviados en la ribera,

un concierto postergado

una cruz.


VI


Brillante aún es el cuerpo

donde mi saliva dormía como un olvido

y como una cicatriz.



EL AYER IMPOSTERGABLE


I


La poesía acomoda cenizas bajo la cama,

las cenizas elevan tumbas.


Camino con sangre entre los dedos

y todo es rojo cuando escribo.


XII


Quienes en mi cuerpo se arullan,

se arullan en un cofre de dardos y de espuelas.


Allí, empujo las sonatas.


Un escondrijo donde a nadie espero.