martes, 30 de julio de 2013

La cuidad: el testimonio de los sentidos

A propósito del libro antología Más allá de Madrid, del escritor y editor Ubaldo Gil Flores


Foto de portada: Ubaldo Gil

Mientras enciendo la grabadora, una voz del otro lado pronuncia: “Estás hincada mirando al suelo/ con una virgen en tu regazo/ te deshiciste de vos/ y ahora lo culpás a Dios”, me remito a mi pensamiento, la realidad sensible siempre tiene una caja de sorpresas. He creído siempre en la fusión del ver y creer, como pensaba Rimbaud; en tanto, la almohada se llena de canas y en la cabeza resuena Serás poeta, afuera de mi habitación, los pájaros resbalan de una luciente cristalina, mis ojos enardecen con la forma de la luz de la mañana, las sábanas blandas se arrugan como papel mojado ciñendo mis pies a una suave melodía.

Así, entumecido por el temor de un nuevo día me levanto, en la mesa está ya servido el desayuno, las migajas de pan regadas sobre el mantel, con mi dedo dibujo círculos, y pienso en cosas que no puedo ver con los ojos, sino solamente con mi espíritu: el sentido que toman las volutas del humo del café, las manos de mi madre con las que fue hecho el jugo de naranjilla, trato de escuchar el silencio que rodea el cuarto, este devastado insomnio de los días inmensos, la piel de lagarto de esta ciudad ambigua, amada.

La cuidad me espera, como las puertas al infierno, diviso gente caminar apuradamente, sin regresar a ver, animales recostados en las veredas, ellos, a cada momento dejan huellas en mis amaneceres insomnes. La ciudad absurda llaga en mi ausencia. Mientras, gente amontonada en los buses, mirando su reloj, aprisionados de su tiempo; los otros, abrazados a realidades opuestas, a esas realidades límpidas, que dan encantamiento, que miran el lenguaje en cada segmento de ciudad: parque, escuela, municipio, bus, librería; la poesía es la otra voz diría Octavio Paz. Esa ciudad me espera, aquella donde pueda desplegar la imaginación, donde la ceremonia de la creación sea parte de mi cotidianidad.

Así permanezco azorado en el autobús, mientras continúa su trayecto hacia la terminal, observo en las paredes impresos adheridos a las paredes de conciertos, cuadras más arriba, grafitis, quiero saber la hora y me doy cuenta que el celular me he olvidado en mi cama. Acongojado, nuevamente en la ventana del autobús, imágenes: ceremonias. Y entre ese estado de reposo que producen las imágenes urbanas de Quito, de esa “realidad” visualizo el libro “Más allá de Madrid”, la obra completa de Ubaldo Gil, distintas propuestas literarias unificadas en un libro, mas de 25 años de actividades culturales, entre las que destaca la de editorialista, escritor y catedrático; distintos discursos,  perspectivas que se han venido dando en su obra.

Aquí surgen las siguientes preguntas ¿cuál sería la importancia de escribir un libro?; ¿dejar un patrimonio al país? ¿engrandecer el egocentrismo, típico en nuestra literatura? ¿o dejar la constancia de esa conexión íntima que une al lector con su escritura?

Portada de libro Amor más allá de Madrid
Trama sin utopía: robando dibujos que guardaba en uno de sus bolsillos

Libro publicado en el año de 1993, por editorial Eskeletra y con un epígrafe de Jorge Luis Borges: “El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión y al cansancio”, pequeño texto de Las versiones homéricas, esto ya indica cómo abordar el tema, desde ese poema sin fin, y el primer cuento no desdice el primer pensamiento y el Nino Amonala y la dedicatoria al poeta Hugo Mayo, me hizo recordar al poema El Zaguán de Aluminio: “Nino Amanolik,/ viejo dibujante de cosas raras/ Nino Anomalik,/ un día lo encontré/ dormido como una garza real/ le pregunté cuál era su país de origen…” y en el cuento Nino Amonala dice “Nino Amonala Nino Amonala, pescador de amigos raros…Me acerqué y vi que el molusco empezó a moverse… sentí que se iba una parte o quizás toda mi vida”. Claramente existe un tributo al poeta Hugo Mayo. Este relato que sucede en el mar, en las playas del Murciélago, se presenta como relato cíclico, donde un niño encuentra su alegría en un caracol, esa misma alegría del padre y su abuelo. Así son los textos de Trama sin utopía, murmullos de versos, de mar. Hay silencios, huellas.

Con Trama sin utopía, Ubaldo Gil inaugura esa generación de narradores que mezclan la imaginación con la búsqueda de temas, no tratados por el canon, donde se universaliza los temas que vagan en esa Manta mágica, con resonancias poéticas. La ciudad siempre presente en Ubaldo Gil, de ahí nacen estas historias, recordemos el relato Especimen. El tema es una ruptura a la lógica, en primera persona, un ser encuentra a un ente diferente al común de los mortales, nadie sabe de dónde es y cuál es su genealogía, pero cuando le sacan a pasear, el espécimen se perturba y emite fonemas misteriosos: “Quiero a mi mamá… quiero a mi mamá”. Salir a pelear, a pesar de saber que vamos a perder (como diría Bolaño), eso es lo que hace Ubaldo Gil, da un giro misterioso a sus historias. Los finales sorprenden, pero dejan las puertas abiertas para seguir en la lucha: la imaginación; así lo dice la escritora Gilda Hoslt: “…ese humor triste que nos hace sonreír y nos duele […] construye sus cuentos con seres y cosas raras… y nos hace mirar la realidad con otros ojos”, como rememorando el testimonio de los sentidos, esas realidades absurdas que habitan en el espíritu y la creación.


La noche en que fui Cristóbal Colón


Esta entrega de narrativa publicada en el año 2005 (Ekeletra-Uleam, libro que presenta distintos espacios, ambientes, aparece la España (castigo y sobriedad), Manta y su ruralidad, ahí está su coloquialismo, el existencialismo de gente tratando de enfrentarse al mundo, vale traer a colación lo que Luis Carlos Mussó dice al respecto: “…esta vez no solamente nos encontramos con el tropos sino con el pathos”, no son los hechos ni las situaciones los que cambian el modo de vida de las personas, es la emoción la que va dirigiendo el modo vivendis de estos personajes.

Así aparece en el epígrafe: “…la única gente que me interesa es la gente que está loca”, por ejemplo en el cuento El caracol y su cara de anciano, Yolanda, una niña de apenas ocho años tiene un diálogo con un caracol con cara de anciano. O tal vez el cuento La puerta culpable, donde unos seres encerrados logran divisar una puerta que dentro de sí tiene un misterio que ahonda en preocupaciones y soledad.

Alguna vez, en clases de historia, en la Universidad escuché decir que el problema de la migración consistía en que no estaba terminada, por tanto los ecuatorianos fueron en busca de ese final, Ubaldo fue, pero a terminar esas historias, así en el cuento que lleva el nombre del libro, un personaje va en busca de ese descubrimiento de la ciudad madrileña, sus oscuros parajes, este personaje mantense se encuentra con un peruano, antropólogo, que le guía en ese transitar.

Este libro de búsquedas, también es el de los registros lingüísticos: “hijos de putitas para ser menos hipócritas”, “salao”, “joder cuñao”, como también la ironía: “Todavía no habían llegado a Ecuador dos presidentes, Mahuad con su corte de Alicia en el país de las maravillas o Bucaram con Alí Babá y los cuarenta ladrones”. A diferencia de lo que escribió Eduardo Varas de que este libro “pudo ser mejor”, la pregunta es ¿Hay algún libro mejor? Está claro que el relato corto debe tener un trabajo arquitectónico, bien cimentado, pero Ubaldo Gil logra crear obras grandes, como El caracol y su cara de anciano, El escritor y sus batallas, El padre en la cometa, No te mueras. 


Foto de portada libro La noche en que fui Cristóbal Colón


Amor más allá de Madrid:
Dios del pan: creación y destrucción en el Ser humano



Foto de Mar Abierto: Cristian López Talavera, Gabriel Cisneros, Paúl Puma y Ublado Gil


Publicado en el año 2003, inserto en el libro de relatos No lo hagas en Navidad (Mar Abierto editorial), novela corta que no pasa las 60 hojas, me atrevería a decir que esta obra es la consagración de Ubaldo, claramente se nota el progreso que ha ido dando a su narrativa, sin dejar de lado el discurso, impreso desde sus primeros textos. La ciudad: urbanidad y ruralidad, personajes desolados, el desquicio humano, el erotismo y ese rehacer el relato corto, decir y vivir.

Dividida en tres capítulos, el personaje ausculta su vivencia, e intenta recrear fielmente lo sucedido, la historia. El personaje es testigo de este manifiesto, donde el amor, la muerte psicológica, la destrucción del ser humano se van imantando en una narración, con un lenguaje sencillo y sugerente.

La novela tiene fuego en los personajes, O. Paz denomina: la Llama doble, donde el fuego primordial y original, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula, la del amor, Ubaldo Gil, en su narración levanta una llama rojiza, escatológica; la llama de la muerte. Los personajes se van a ver sometidos al amor, al engaño, al dolor, a la soledad.

Ahora bien, cuando el personaje comienza a narrar su historia, lo realiza en un Tiempo de la Enunciación Narrativa, ese es el momento dice Umberto Eco, en que empieza a escribir y a recordar su pasado. Ese yo recuerda y evoca: “Si ella estuviera aquí me levantaría media hora antes, cumpliría con el ritual del aseo si amanezco con ganas […] el sol mañanero de Quito entraría y yo sentado a esta mesa…”, un yo monótono, creando un personaje, desde su deseo, ese eros inexistente o que está arraigada a su piel.

Un estudiante, que emigra con una beca, desde su Manta hacia Madrid, en donde estudia arquitectura, en la Universidad Complutense, desde el inicio el personaje comienza a ver las diferencias conceptuales; la individualidad europea y el modo de vivir en Los Andes, la comunidad, esto cuando conoce a una chica y van al departamento, destapan una botella de vino, a ritmo de jazz; entre charlas de sus estudios, y películas, tuvieron un acto amatorio; Emily, días después, cuando él le invita a realizar un trabajo, ella le indica que tiene novio, el choque cultural que se da en el personaje es fuerte, dice: “Hoy he aprendido de esta mujer más de los que he aprendido en las clases. Esto es Madrid”.

Este es el inicio que tiene Fabián en una ciudad diferente a la suya. Soledad cruenta ante sus ojos. Poco después conoce a Lenka, una muchacha rusa, igual a él se encuentra en Madrid, con una beca, comienza a formar una relación con Fabián, viven en su departamento, solo les acompañan la pobreza, el hambre, la desesperación, el amor, la intriga.

En un instante ella le hace una pregunta clave: “Si eres casado, dímelo, será mucho mejor. Sabré a qué atenerme”, la relación continúa, tratando de que las situaciones externas no afecten en nada su amorío: “El amor erótico estaba presente y aplastaba a cualquier indicio de política”.

Desde ese momento, la narración va tomando fuerza en el concepto erótico. Otro choque cultural se sitúa en Fabián cuando, en un concierto de rock (él nunca había asistido a uno) conocen a otra pareja, y hacen un intercambio de parejas, comienza a quitar la idea de pareja monótona y hacen el juego Swingers. Él trata de seguir el juego, pero su ethos no lo permite. Disimula. Hay angustia y tormento.

La relación continúa hasta que ella descubre, por medio de una carta que Fabián tiene familia en Manta, ella decide dejarle. En él comienza a esclarecerse el capricho del amor, ser servidor de la vida como también de la muerte.

Personaje que crea Ubaldo Gil diferente a muchos ciudadanos del país. En Madrid, el personaje habita mundos subrepticios hasta llegar a la locura. Pero tiene un ethos y éste determina su comportamiento. Llega a la locura por una muerte que le provoca el sentimiento del amor, pero que su mito, su fe le despierta nuevamente a la vida. Es un creyente en Dios, sabe que es un ser destinado a sufrir, por tanto tiene que seguir una costumbre. La felicidad, su felicidad está en algo inmaterial, es por ello que lucha.

La novela concluye en un cuarto de hotel, en la ciudad de Quito, cerca del parque El Ejido. El personaje, (como una escena de teatro) describe que está sitiado en solitario junto a una máquina de escribir y una pila de papeles; la catarsis tiene su desenlace, aquí existe la disforia. Nos dice: “Quería contarme, aunque traicionado por la memoria todo aquello que viví”

Cerrando este escrito, nuevamente la ciudad comienza a tener sentido, tanto para Fabián como para mí. Así, levanto mis ojos hacia el cielo, lo contemplo: es verdad, Dios así lo ha querido.