lunes, 11 de julio de 2011

La belleza que se tatúa debajo de mi lengua


Esta belleza no tiene la culpa de ser así, manifestaba Gonzalo Arango, en uno de los varios escritos nadaistas, frase que traigo a colación con respecto a esta serie de poemas que nos presenta Pablo Flores, en su Pin pon o la sequedad de las estrías, ¿Belleza o anti-belleza? cuando el poeta no se sujeta a cánones establecidos en la escritura de la poética sino que, desmitificando las palabras desestructura los versos y omite palabras oprobiosas, carentes de sentido: "Valen verga todos los puntos cardinales (...) que conforman el accionar de esta descerebración sobre un pastizal".

¿Pero qué hace que un poeta tenga la necesidad de desestructurar un esquema?

Quizá entender que el ser humano es producto de su tiempo. Que es una semilla que se va formando en este universo que nos inunda de dioses vestidos de shoppings, que trata de consumirnos. Ya en su tiempo, César Dávila Andrade indagaba nuevas formas de escribir poesía. La metafísica, lo místico, la bohemia eran parte de ese modo de expresar su época. Jorge Carrera Andrade tratando de ordenar su universo; Hugo Mayo, desde su puesto de burócrata, ensimismándose en el amor al arte. Y es en este contexto en que aparece Pablo Flores:


"Nací en la imitación de un paisaje postal contra la dispersa agua por caer en una


cena de lujo, dejo la descomposición del engrasado al agite de los moretones como


una brújula llena parcialmente de agua, compartimientos que ya se dieron en el


complejo de caastración según Lacan, y las obras de arquitectura de los retretes


cerrados del fin del mundo."



Conocí a Pablo Flores en el acto de aprendizaje de los talleres literarios de la Casa de la Cultura, dirigidos por el poeta Diego Velasco; y en ese avnace de su existencia, era la escritura unida a la experimentación, a su pensamiento, a la vida formal que llevaba, tanto en la Universidad como en su familia y amigos que empezó a mostrar su cosmos:





"Retado a mantener la orina por lo alto de la pared, contuve mis lágrimas,


me repitía a mi mismo que sólo mi cuerpo es la longevidad de un órgano


expuesto al sol y la lluvia, que las ondulaciones del estribo en el cual la


resina se fragmenta, se vuelve comida remada"





Era un poeta diferente, pero con alta dosis de sensibilidad, propio de gente que convierte su miedo en una inquietud. Y esta inquietud los reserva para su creación. Creación que desemboca en imágenes poéticas. Así, la poesía en Pablo Flores no está desligada de la vida, está en lo más alto de la sublimidad del ser humano, su poesía es testimonio del mundo en que habita.





Este poemario que es un juego para el lector, un pin pon que rebota en la miseria del ser humano y va dejando estrías en la sequedad de su mente, poemas que no brindan reposo, poemas caóticos que develan la fiesta en la creación literaria:





"El corte en el ojo por el mármol tallado a la alabanza del calor que transmite la


prórroga de la línea del sol en el hundimiento de la reminiscenciade refugio propio:


Cada torrente de sangre esparciéndose fuera del cuerpo"


Cercado a lo que García Lorca llamaría una selva de sangre, y en esa relación crear su Perro Andaluz, junto a Dalí, esa misteriosa llaga surrealista que en este poemario nos sugiere en cada verso.



Si en la mitología griega, Prometeo accedió a los recovecos de los dioses para robar el fuego y entregárselos a los humanos, con esta propuesta literaria: Pin pon o la sequedad de las estrías, Pablo Flores nos entrega libertad y armonía, lo necesario para hacer feliz nuestra existencia.






POEMAS:



De la vida y el género de la abreviación del poder de la belleza evolutiva, surge el viaje del esperma ensegueciendo la translación de los objetos que siguen siendo un show del cardumen de una costilla lustrada, dando lugar a la sátira de ladrones que pronto resumirían mi muerte, como un acto de fe insitida en la sombra de un pedazo de carne de res por caer al mar.



Dios los crió, y cayeron todos los pájaros del mundo



***



Velar por este manoseo en el virar de la mano, devendría en el hallazgo más plano de las catástrofes por el líquido de las bombas. Bang! La cabeza hubiese explotado de plomo si la rancia de caer a la hoguera como salvavidas no era un simple salto al vacío.



***



Posteriormente perpetuando encima de la incineración de esta escultura que asemejaba al pasto de campo; acabada el origen de un centro en la tierra al cual llamaríamos partidura, las estrías que se confundían en la bruma de cientos de mujeres pariendo al mismo tiempo.






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