Esta belleza no tiene la culpa de ser así, manifestaba Gonzalo Arango, en uno de los varios escritos nadaistas, frase que traigo a colación con respecto a esta serie de poemas que nos presenta Pablo Flores, en su Pin pon o la sequedad de las estrías, ¿Belleza o anti-belleza? cuando el poeta no se sujeta a cánones establecidos en la escritura de la poética sino que, desmitificando las palabras desestructura los versos y omite palabras oprobiosas, carentes de sentido: "Valen verga todos los puntos cardinales (...) que conforman el accionar de esta descerebración sobre un pastizal".
¿Pero qué hace que un poeta tenga la necesidad de desestructurar un esquema?
Quizá entender que el ser humano es producto de su tiempo. Que es una semilla que se va formando en este universo que nos inunda de dioses vestidos de shoppings, que trata de consumirnos. Ya en su tiempo, César Dávila Andrade indagaba nuevas formas de escribir poesía. La metafísica, lo místico, la bohemia eran parte de ese modo de expresar su época. Jorge Carrera Andrade tratando de ordenar su universo; Hugo Mayo, desde su puesto de burócrata, ensimismándose en el amor al arte. Y es en este contexto en que aparece Pablo Flores:
Cercado a lo que García Lorca llamaría una selva de sangre, y en esa relación crear su Perro Andaluz, junto a Dalí, esa misteriosa llaga surrealista que en este poemario nos sugiere en cada verso.
Si en la mitología griega, Prometeo accedió a los recovecos de los dioses para robar el fuego y entregárselos a los humanos, con esta propuesta literaria: Pin pon o la sequedad de las estrías, Pablo Flores nos entrega libertad y armonía, lo necesario para hacer feliz nuestra existencia.
POEMAS:
De la vida y el género de la abreviación del poder de la belleza evolutiva, surge el viaje del esperma ensegueciendo la translación de los objetos que siguen siendo un show del cardumen de una costilla lustrada, dando lugar a la sátira de ladrones que pronto resumirían mi muerte, como un acto de fe insitida en la sombra de un pedazo de carne de res por caer al mar.
Dios los crió, y cayeron todos los pájaros del mundo
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Velar por este manoseo en el virar de la mano, devendría en el hallazgo más plano de las catástrofes por el líquido de las bombas. Bang! La cabeza hubiese explotado de plomo si la rancia de caer a la hoguera como salvavidas no era un simple salto al vacío.
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Posteriormente perpetuando encima de la incineración de esta escultura que asemejaba al pasto de campo; acabada el origen de un centro en la tierra al cual llamaríamos partidura, las estrías que se confundían en la bruma de cientos de mujeres pariendo al mismo tiempo.
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