domingo, 19 de septiembre de 2010

Fondo de luz Piel de centeno, de Bolívar Flores



La poesía vuelve como la aurora y el ocaso, refería Jorge Luis Borges en una de sus Artes poéticas. Así mismo, admitía que el arte es como el río interminable que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante. Palabras que permanecen simientes en la memoria, esto al abrir la poesía de Bolívar Flores, escrita desde 1975.

Bolívar, quien nació en la fría ciudad de Cayambe, por allá en 1952, recoge sus poemas en un libro pequeño y moreno. Curioso por la impresión que me causó la fotografía de entrada, donde una mujer da vueltas por un sendero oscuro sin darse cuenta que está sola como una piedra en la sombra, lo abro meticuloso e ingreso a un recóndito sagrado donde fantasmas pululan rodeando a la muerte, calmos con la esperanza de un grito salvador que los eleven hacia la búsqueda más alta del ser humano: la poesía.

Esa búsqueda, o mejor dicho llamamiento, en Bolívar Flores se convierte en testimonio de vida: No hubo sequía ni pobreza y era el paraíso/el lugar sagrado de la danza y la memoria. La añoranza al pasado, ese no permitir dejar morir los recuerdos en los recovecos del olvido. Además Bolívar Flores se inmersa en el lenguaje con una luz diáfana, translúcida en lo estético del lenguaje: de fácil comprensión: Al primer canto del gallo/las cocinas se despiertan/y la calle se convierte/en silbo de labradores. Poesía abierta, lúcida. Por ella recorren sueños de los años de la revolución, de las calles empolvadas de su pueblo (Santa Rosa de Cusubamba), el amor y el canto a la mujer.

Poesía que nos devela el paso de los años 80s. Grupos literarios que formaron revistas, ahora empolvadas en las letrinas del abandono, ahí aparecieron sus primeros textos, algunos en El Jardín de las Iguanas, del Instituto de Danza. Otras en la Banda Literaria y Deseábulos, de la Red Cultural Imaginar, libros colectivos que surgieron con una sola idea: Socializar la literatura y Bolívar Flores lo entendió bien, con un grito de carnaval dice: ¡Vengan, vengan todos!/¡Al poeta le ha nacido su mejor verso!



Poemario donde la voz se alza denunciando las atrocidades que cometieron gobiernos de turno, el poeta conoce que el silencio es olvido por eso: Cómo hablar de las flores/de los pájaros, las mariposas./Cómo hablar del día festivo, del compadre que viene/con su pañuelo al hombro, si el rato menos pensado/nos muerden un músculo, nos destornillan la vida. Así canta Bolívar a los esposos Restrepo-Arismendi, se acicala con su sufrimiento, pero no se cercena las palabras y denuncia a lo más alto del poder la injusticia que la historia ha lacerado al pueblo. Así el poeta del pueblo escudriña la realidad soslayada por los que están allá arriba, en ese cielo invisible. El poeta captura como buen fotógrafo el sollozo del pueblo y, lo más importante, está junto a él.

Mi verso es urgente llamado, nos dice Bolívar con su voz austera, así podemos percibir que el poeta no se da por vencido y lucha constantemente por alcanzar un país justo, el poeta con este poemario solo nos indica las ruinas en donde estamos estancados, nos acerca un pueblo herido y triste, pero no logra comprender por qué las cosas suceden así: La noche con su frío me ha golpeado/en plena cara.

¿Pero cómo nace el poema en Bolívar Flores?

La naturaleza, ese es el vehículo de la imaginación. Nos dice: ¿Sino qué es el arte?/exaltación psíquica/corporal/carnal/vaho transparente/deslumbrada metamorfosis… este cambio que sucede en su creación, del fuego a la tristeza. Leamos el poema frágil:

Hay días que amanezco delicado
frágil, casi inmóvil.
Tan poca cosa
que la desgracia llega a zarpazos
de repente
inoportuna
puñetera,
como si un hacha mohosa cayera del cielo
afiebrando los resortes del alma.


Si bien las llagas de la tristeza en el poeta aparecen como una ceniza nostálgica anhelando un cuerpo, una llaga que lo condena al vacío, el poeta intenta salir al tránsito del fuego: Encierro mis huesos con dos botones/paso la nariz por el espejo/tembloroso/apurado/salgo a la calle pegando alaridos… entre la condenación al verso y la libertad en la imaginación, Bolívar Flores transita en la dicotomía: ir y volver.

Es cierto que la poesía es subjetiva. Y la de Flores está sujeta a varias interpretaciones. El compromiso político, la extraña vivencia del ser humano en los años 80s, lo absurdo del mundo, la mujer, son temas recurrentes en la poesía de Flores, pero la originalidad del lenguaje es un recurso estilístico único y bien llevado.

El poeta maneja el lenguaje con una claridad y una soltura comprensibles, muchos versos surgen en mi cabeza: porque amanecí con muchos soles/bullendo en mi cabeza,/corrí aquella mañana/al portal del cementerio.

Con este libro: fondo de luz piel de centeno, Bolívar Flores se adscribe entre los poetas sociales en Ecuador, Alfonso Murriagui, Rafael Larrea, Jorge Enrique Adoum, Fernando Artieda y muchos que hicieron de la poesía un arma.

Además, en la poesía de Bolívar Flores se verá una vitalidad radiante que pervive en la política. Experiencia y pensamiento coadyuvan en versos comunicantes:

Desgarrada la especie camina el hombre/
buscando su memoria entre las latas/
humo, asfalto y amargura


Como una especie de epílogo diremos que la es(t)ética es volver al lector a una realidad siniestra y que no debe mancillarse al olvido, así en esta palabra debemos resumir esta antología: honestidad para su pueblo y para consigo mismo. Es el lector quien tendrá la última palabra.

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