Portada del libro editado por Mar Abierto
¿Cómo
enfrentarnos a la curiosa llave de la que tanto hablaba Borges? ¿Cómo espantar
los miedos que conlleva aquella palabra olvido, eco reminiscente de lluvia
muerta? Habitando esa ausencia, abrazando la presencia tardía y lejana.
Transformarla en conocimiento. Habitar esa ausencia y enfrentarse al poder que
todo lo convierte en olvido, en falacia. Por eso, el habitar esa ausencia hace
que generemos una escritura del olvido, que ejerzamos la práctica de la memoria
como la lucha ante el poder, que intenta dominar nuestros cuerpos, nuestras mentes,
pero también quiere ejercer control sobre lo que leemos. Qué importante se
hace, en estos duros momentos, habitar la ausencia, porque así daremos a
nuestro discurso memoria, que conllevará a relato, a una escritura del olvido,
a una poética de la desmemoria, porque de los retazos de historia, el quehacer
literario generará un saber, que dará luz a esta lacerada identidad.
Pero
¿cómo formamos identidad, dentro de la crisis de memoria que sufrimos en la
postmodernidad? Me atrevo a decir por medio de la (re)construcción de la
memoria histórica-cultural, la que va más allá de recrear actores sociales e
historias concretas, la que no interviene
en los pasados science fiction o esas memorias que en su interior guardan referencias
culturales mediatizadas. El kitch como parte de un imaginario colectivo mundial.
Ante esto, la labor del escritor es preponderante en generar una (contra)
escritura decisiva. Recuerdo versos del poema Descripción de la mentira, de
Antonio Gamoneda: “¿Qué harías si tu memoria estuviera llena de olvido?/ Todas
las cosas son
transparentes: cesan las escrituras
y cae lluvia dentro de los ojos”… La labor del escritor es romper la
agonía del vacío, donde se establecen las fauces del olvido, que ha llevado el
exceso de memoria instrumentada, la que no permite al ser humano actuar,
pensar, y re-crear cada episodio.
En
este terreno reflexivo se inserta la novela Códices de la traición, del
escritor Gino Martini Robles, novela, que en base a dos personajes antagónicos:
Eloy Alfaro y Leonidas Plaza, intenta desmenuzar cada hecho del pasado y
relatar, objetivamente, la desmemoria de un hecho trascendental en la
construcción de esa memoria histórico-cultural.
La
novela está integrada por tres partes indisolubles: Leitmotiv, Códice del
General (La pluma del cóndor), y, Eloy Alfaro y Leonidas Plaza (Pasión y
traición).
En
la primera parte, el Leitmotiv, Gino Martini, intenta explicar las razones del
porqué publicar Códices del General, utilizando la primera persona bucea su experiencia
del desarraigo de la patria que lo vio crecer, y siente en la ausencia la
destrucción de los ideales de libertad que aquejan a su pueblo. Intenta
conciliar memoria y olvido:
“Habitualmente
se insinúa que los poetas y escritores nacen de la desventura y de los
tormentos espirituales. En los momentos en que escribo, mis tormentos son mucho
más acerbos que los de cualquier otro.” (pág. 18)
Junto a Patricio Lovato y Gino Martini, autor de la obra
Desmitificar
a la historia como mera representación del pasado. Un error en que la historia
se ha quedado sumergida, error que acarreamos los maestros de secundaria y
seguimos llevando en los estudios universitarios, el “memorizar” hechos del
pasado y trasladarlos a un papel, llámese prueba o trabajo escrito. El incurrir
al hecho del pasado como mero hecho individual y no comprendiendo que la
historia es una creación social; en palabras del sociólogo francés Maurice
Halbwachs, “la historia es un lenguaje… una creación colectiva”. De este modo,
labor del historiador es recordar y, al mismo tiempo, recrear un marco social.
Gino Martini Robles lo entiende y escribe Códice del General (La pluma del
cóndor) desde esa lógica. Para esto emplea estrategias narrativas
preponderantes. Intercala la primera con la tercera persona para objetivizar la
ficción literaria: Un narrador omnisciente, testigo de la travesía de nuestro
personaje, a través del tiempo, su infancia y su recorrido por el tren (símbolo
de libertad y esclavitud); pero también, el narrador autobiográfico que dialoga
con el lector sobre los acontecimientos que generaron su paso por el mundo.
Esto en códices que él deja como testimonio.
Ejemplos:
“En
la habitación contigua, los detenidos encabezados por Eloy Alfaro, a través de
una frágil pared de enquinche, escuchaban en silencio el juicio y la lectura de
la sentencia: “Dieciséis años de prisión y la deshonra. Despojándolo de su
grado militar”. La causa: “Alta Traición a la Patria”. Montero protestó, no se
consideraba traidor. En los bajos del Palacio de la Gobernación, el populacho
pretendía subir entonando: “¡Muerte! ¡Muerte! ¡Muerte al tigre de Bulubulu!”
También:
“–
¡Ah, los hermanos! Tiempos aquellos los de Montecristi, en los campos, en el
cerro, el centinela, la escapada a la cascada de “la papayita” y el baño con la
refrescante agua que cae desde lo alto del cerro. En la finca, la montaña. En
la mar las ballenas con su inmensa joroba y las preciosas spondylus en la isla
de La Plata-.”
Gino
Martini no deja cabo suelto en su relato, vincula al personaje con la época en
que vivió, pero sin dejar a un lado el género literario al que pertenece la
novela. A decir de Lucien Goldman “existe una homología rigurosa entre la forma
de la novela… y la relación cotidiana de los hombres con todos sus elementos”
(Goldman en 14 novelas claves de la literatura ecuatoriana. Sacoto: 37)
El
relato tiene una trama lineal. Inicia con una negación: “¡Ya no soy yo! Escribe
el General Eloy Alfaro, presagiando que en la orilla de su vida ya no hay
verdades para él…” así la narración va desatando hechos poco conocidos en la
vida de Eloy Alfaro. Su niñez y juventud. Sus primeros pasos en la consciencia
política. Sus primeras estrategias y sus primeros enemigos. Su vida en la
cárcel. La llegada de García Moreno al poder. Su incesante lucha: el tren,
símbolo de libertad y ensimismamiento en uno mismo. La vejez.
“Las
vías del tren corren paralelas al torrente de un río y las pendientes se
elevan, anunciando los prolegómenos andinos. En el exterior del vagón se divisa
una cada vez más angosta depresión de escarpadas inclinaciones predominando
cumbres de quiméricas siluetas. El General lo percibe con el continuo bamboleo
del tren, que no le consiente prender un cigarro para combatir el frío. Los
oídos han empezado a taponársele y va sintiéndose aislado de toda sensación.
Solo cuenta con su memoria para reconstruir su pasada y azarosa vida.”
Códice
del general, tiene un epílogo donde relata la muerte del General, pero también
da una pequeña semblanza de los logros del Eloy Alfaro. La novela finaliza con
la frase inicial, en voz del protagonista: “¡Ya no soy yo!... Soy el pueblo”.
La
tercera parte, Eloy Alfaro y Leonidas Plaza (pasión y traición), tiene como
escenario Quito, la ciudad capital, y a dos personajes; Eloy Alfaro, Presidente
Constitucional del Ecuador, y su antagonista, Leonidas Plaza, que en los
círculos capitalinos fue visto como un espía, pero también un ser humano alegre
y vivaz, que conoce todo sobre Alfaro.
Interesante
del relato, es como Gino Martini conflictúa a los dos personajes, dentro del
territorio de la pasión y traición (simbolizados en el imaginario del poder).
Eloy Alfaro cuidando el poder desde Quito; y Plaza, atacando desde Cuenca. Pero
también, la primera Asamblea Constituyente, que da inicio a la doctrina liberal.
La
narración de Martini tiene valores grandes, una de ellas es rescatar el dicho
quiteño: “Reconoce Alfaro, en relación a la promesa de Plaza, a la cual sus
amigos la llamaron El juramento del Panecillo. Aseverando que Placita quería mantener
las manos en la masa”. Todo esto, en contextos importantes, como el negocio de
Alfaro con Archer Harman, para la construcción del ferrocarril, el hilo
conductor de esta narración. El ferrocarril como libertad y condena.
Dejo
un terreno abierto para la lectura y la reflexión que desde este libro se haga.
Y este Códices del general, como poética de la desmemoria, deja sentado un
debate en los temas culturales y políticos, porque hay que entender que la
memoria, como reflexión social, genera una batalla ideológica grande en momentos de
olvido.
(Este texto fue leído en la presentación del libro, Códices del General, en la Feria del Libro PUCE, 2015)