Foto de portada: Ubaldo Gil
Mientras enciendo la grabadora, una
voz del otro lado pronuncia: “Estás
hincada mirando al suelo/ con una virgen en tu regazo/ te deshiciste de vos/ y
ahora lo culpás a Dios”, me remito a mi pensamiento, la realidad sensible
siempre tiene una caja de sorpresas. He creído siempre en la fusión del ver y
creer, como pensaba Rimbaud; en tanto, la almohada se llena de canas y en la
cabeza resuena Serás poeta, afuera de
mi habitación, los pájaros resbalan de una luciente cristalina, mis ojos
enardecen con la forma de la luz de la mañana, las sábanas blandas se arrugan
como papel mojado ciñendo mis pies a una suave melodía.
Así, entumecido por el temor de un
nuevo día me levanto, en la mesa está ya servido el desayuno, las migajas de
pan regadas sobre el mantel, con mi dedo dibujo círculos, y pienso en cosas que
no puedo ver con los ojos, sino solamente con mi espíritu: el sentido que toman
las volutas del humo del café, las manos de mi madre con las que fue hecho el
jugo de naranjilla, trato de escuchar el silencio que rodea el cuarto, este
devastado insomnio de los días inmensos, la piel de lagarto de esta ciudad
ambigua, amada.
La cuidad me espera, como las puertas
al infierno, diviso gente caminar apuradamente, sin regresar a ver, animales
recostados en las veredas, ellos, a cada momento dejan huellas en mis
amaneceres insomnes. La ciudad absurda llaga en mi ausencia. Mientras, gente
amontonada en los buses, mirando su reloj, aprisionados de su tiempo; los
otros, abrazados a realidades opuestas, a esas realidades límpidas, que dan
encantamiento, que miran el lenguaje en cada segmento de ciudad: parque,
escuela, municipio, bus, librería; la poesía es la otra voz diría Octavio Paz. Esa ciudad me espera, aquella donde
pueda desplegar la imaginación, donde la ceremonia de la creación sea parte de
mi cotidianidad.
Así permanezco azorado en el autobús,
mientras continúa su trayecto hacia la terminal, observo en las paredes
impresos adheridos a las paredes de conciertos, cuadras más arriba, grafitis,
quiero saber la hora y me doy cuenta que el celular me he olvidado en mi cama.
Acongojado, nuevamente en la ventana del autobús, imágenes: ceremonias. Y entre
ese estado de reposo que producen las imágenes urbanas de Quito, de esa
“realidad” visualizo el libro “Más allá de Madrid”, la obra completa de Ubaldo
Gil, distintas propuestas literarias unificadas en un libro, mas de 25 años de
actividades culturales, entre las que destaca la de editorialista, escritor y
catedrático; distintos discursos,
perspectivas que se han venido dando en su obra.
Aquí surgen las siguientes preguntas
¿cuál sería la importancia de escribir un libro?; ¿dejar un patrimonio al país?
¿engrandecer el egocentrismo, típico en nuestra literatura? ¿o dejar la constancia
de esa conexión íntima que une al lector con su escritura?
Portada de libro Amor más allá de Madrid
Trama sin utopía: robando dibujos que
guardaba en uno de sus bolsillos
Libro publicado en el año de 1993, por
editorial Eskeletra y con un epígrafe de Jorge Luis Borges: “El concepto de texto definitivo no
corresponde sino a la religión y al cansancio”, pequeño texto de Las
versiones homéricas, esto ya indica cómo abordar el tema, desde ese poema sin
fin, y el primer cuento no desdice el primer pensamiento y el Nino Amonala y la
dedicatoria al poeta Hugo Mayo, me hizo recordar al poema El Zaguán de
Aluminio: “Nino Amanolik,/ viejo dibujante de cosas raras/ Nino Anomalik,/ un
día lo encontré/ dormido como una garza real/ le pregunté cuál era su país de
origen…” y en el cuento Nino Amonala dice “Nino Amonala Nino Amonala, pescador
de amigos raros…Me acerqué y vi que el molusco empezó a moverse… sentí que se
iba una parte o quizás toda mi vida”. Claramente existe un tributo al poeta
Hugo Mayo. Este relato que sucede en el mar, en las playas del Murciélago, se
presenta como relato cíclico, donde un niño encuentra su alegría en un caracol,
esa misma alegría del padre y su abuelo. Así son los textos de Trama sin
utopía, murmullos de versos, de mar. Hay silencios, huellas.
Con Trama sin utopía, Ubaldo Gil
inaugura esa generación de narradores que mezclan la imaginación con la
búsqueda de temas, no tratados por el canon, donde se universaliza los temas
que vagan en esa Manta mágica, con resonancias poéticas. La ciudad siempre
presente en Ubaldo Gil, de ahí nacen estas historias, recordemos el relato
Especimen. El tema es una ruptura a la lógica, en primera persona, un ser
encuentra a un ente diferente al común de los mortales, nadie sabe de dónde es
y cuál es su genealogía, pero cuando le sacan a pasear, el espécimen se
perturba y emite fonemas misteriosos: “Quiero a mi mamá… quiero a mi mamá”. Salir
a pelear, a pesar de saber que vamos a perder (como diría Bolaño), eso es lo
que hace Ubaldo Gil, da un giro misterioso a sus historias. Los finales
sorprenden, pero dejan las puertas abiertas para seguir en la lucha: la
imaginación; así lo dice la escritora Gilda Hoslt: “…ese humor triste que nos
hace sonreír y nos duele […] construye sus cuentos con seres y cosas raras… y
nos hace mirar la realidad con otros ojos”, como rememorando el testimonio de
los sentidos, esas realidades absurdas que habitan en el espíritu y la
creación.
La noche en que fui Cristóbal Colón
Esta entrega de narrativa publicada en
el año 2005 (Ekeletra-Uleam, libro que presenta distintos espacios, ambientes,
aparece la España (castigo y sobriedad), Manta y su ruralidad, ahí está su
coloquialismo, el existencialismo de gente tratando de enfrentarse al mundo,
vale traer a colación lo que Luis Carlos Mussó dice al respecto: “…esta vez no
solamente nos encontramos con el tropos sino con el pathos”, no son los hechos
ni las situaciones los que cambian el modo de vida de las personas, es la
emoción la que va dirigiendo el modo vivendis de estos personajes.
Así aparece en el epígrafe: “…la única
gente que me interesa es la gente que está loca”, por ejemplo en el cuento El
caracol y su cara de anciano, Yolanda, una niña de apenas ocho años tiene un
diálogo con un caracol con cara de anciano. O tal vez el cuento La puerta
culpable, donde unos seres encerrados logran divisar una puerta que dentro de
sí tiene un misterio que ahonda en preocupaciones y soledad.
Alguna vez, en clases de historia, en
la Universidad escuché decir que el problema de la migración consistía en que no
estaba terminada, por tanto los ecuatorianos fueron en busca de ese final,
Ubaldo fue, pero a terminar esas historias, así en el cuento que lleva el
nombre del libro, un personaje va en busca de ese descubrimiento de la ciudad
madrileña, sus oscuros parajes, este personaje mantense se encuentra con un
peruano, antropólogo, que le guía en ese transitar.
Este libro de búsquedas, también es el
de los registros lingüísticos: “hijos de putitas para ser menos hipócritas”,
“salao”, “joder cuñao”, como también la ironía: “Todavía no habían llegado a
Ecuador dos presidentes, Mahuad con su corte de Alicia en el país de las
maravillas o Bucaram con Alí Babá y los cuarenta ladrones”. A diferencia de lo
que escribió Eduardo Varas de que este libro “pudo ser mejor”, la pregunta es
¿Hay algún libro mejor? Está claro que el relato corto debe tener un trabajo
arquitectónico, bien cimentado, pero Ubaldo Gil logra crear obras grandes, como
El caracol y su cara de anciano, El escritor y sus batallas, El padre en la
cometa, No te mueras.
Foto de portada libro La noche en que fui Cristóbal Colón
Amor más allá de Madrid:
Dios del pan: creación y destrucción
en el Ser humano
Foto de Mar Abierto: Cristian López Talavera, Gabriel Cisneros, Paúl Puma y Ublado Gil
Publicado en el año 2003, inserto en
el libro de relatos No lo hagas en Navidad (Mar Abierto editorial), novela
corta que no pasa las 60 hojas, me atrevería a decir que esta obra es la
consagración de Ubaldo, claramente se nota el progreso que ha ido dando a su
narrativa, sin dejar de lado el discurso, impreso desde sus primeros textos. La
ciudad: urbanidad y ruralidad, personajes desolados, el desquicio humano, el erotismo
y ese rehacer el relato corto, decir y vivir.
Dividida en tres capítulos, el
personaje ausculta su vivencia, e intenta recrear fielmente lo sucedido, la
historia. El personaje es testigo de este manifiesto, donde el amor, la muerte
psicológica, la destrucción del ser humano se van imantando en una narración,
con un lenguaje sencillo y sugerente.
La novela tiene fuego en los
personajes, O. Paz denomina: la Llama doble, donde el fuego primordial y
original, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez,
sostiene y alza otra llama, azul y trémula, la del amor, Ubaldo Gil, en su
narración levanta una llama rojiza, escatológica; la llama de la muerte. Los
personajes se van a ver sometidos al amor, al engaño, al dolor, a la soledad.
Ahora bien, cuando el personaje
comienza a narrar su historia, lo realiza en un Tiempo de la Enunciación Narrativa, ese es el momento dice Umberto
Eco, en que empieza a escribir y a recordar su pasado. Ese yo recuerda y evoca:
“Si ella estuviera aquí me levantaría media hora antes, cumpliría con el ritual
del aseo si amanezco con ganas […] el sol mañanero de Quito entraría y yo
sentado a esta mesa…”, un yo monótono, creando un personaje,
desde su deseo, ese eros inexistente o que está arraigada a su piel.
Un
estudiante, que emigra con una beca, desde su Manta hacia Madrid, en donde
estudia arquitectura, en la Universidad Complutense, desde el inicio el
personaje comienza a ver las diferencias conceptuales; la individualidad
europea y el modo de vivir en Los Andes, la comunidad, esto cuando conoce a una
chica y van al departamento, destapan una botella de vino, a ritmo de jazz;
entre charlas de sus estudios, y películas, tuvieron un acto amatorio; Emily,
días después, cuando él le invita a realizar un trabajo, ella le indica que
tiene novio, el choque cultural que se da en el personaje es fuerte, dice: “Hoy
he aprendido de esta mujer más de los que he aprendido en las clases. Esto es
Madrid”.
Este
es el inicio que tiene Fabián en una ciudad diferente a la suya. Soledad
cruenta ante sus ojos. Poco después conoce a Lenka, una muchacha rusa, igual a
él se encuentra en Madrid, con una beca, comienza a formar una relación con
Fabián, viven en su departamento, solo les acompañan la pobreza, el hambre, la
desesperación, el amor, la intriga.
En
un instante ella le hace una pregunta clave: “Si eres casado, dímelo, será
mucho mejor. Sabré a qué atenerme”, la relación continúa, tratando de que las
situaciones externas no afecten en nada su amorío: “El amor erótico estaba presente
y aplastaba a cualquier indicio de política”.
Desde
ese momento, la narración va tomando fuerza en el concepto erótico. Otro choque
cultural se sitúa en Fabián cuando, en un concierto de rock (él nunca había
asistido a uno) conocen a otra pareja, y hacen un intercambio de parejas,
comienza a quitar la idea de pareja monótona y hacen el juego Swingers. Él
trata de seguir el juego, pero su ethos no lo permite. Disimula. Hay angustia y
tormento.
La
relación continúa hasta que ella descubre, por medio de una carta que Fabián
tiene familia en Manta, ella decide dejarle. En él comienza a esclarecerse el
capricho del amor, ser servidor de la vida como también de la muerte.
Personaje
que crea Ubaldo Gil diferente a muchos ciudadanos del país. En Madrid, el personaje
habita mundos subrepticios hasta llegar a la locura. Pero tiene un ethos y éste
determina su comportamiento. Llega a la locura por una muerte que le provoca el
sentimiento del amor, pero que su mito, su fe le despierta nuevamente a la
vida. Es un creyente en Dios, sabe que es un ser destinado a sufrir, por tanto
tiene que seguir una costumbre. La felicidad, su felicidad está en algo
inmaterial, es por ello que lucha.
La
novela concluye en un cuarto de hotel, en la ciudad de Quito, cerca del parque
El Ejido. El personaje, (como una escena de teatro) describe que está sitiado
en solitario junto a una máquina de escribir y una pila de papeles; la catarsis
tiene su desenlace, aquí existe la disforia. Nos dice: “Quería contarme, aunque
traicionado por la memoria todo aquello que viví”
Cerrando
este escrito, nuevamente la ciudad comienza a tener sentido, tanto para Fabián como para mí. Así,
levanto mis ojos hacia el cielo, lo contemplo: es verdad, Dios así lo ha querido.
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