El problema principal con la sexualidad
es que no la logramos entender. En la actualidad, tratamos de aceptarlo entendiendo
que la heterosexualidad no es el único paradigma en el Ser Humano. La homosexualidad
ha generado un interés en dialogar con el otro. En desear al otro. Es el otro
que instaura instantes percibidos, y así invoco los versos de Franklin Ordóñez
Luna: “Eres pan y vino,/ el madero donde
crucifico mi sangre”, unificar la idea judeocristiana, o el posible ritual
del cuerpo de Cristo para engendrar diálogo con un ausente, lleno de pasión.
Y es común caminar entre las
calles y ver a personas mostrando sus diferencias: rockeros, punkeros, hippies,
hombres con corbata, mujeres con faldas, pero alguien se ha preguntado sobre
sus pasiones hacia la carne, la voz lírica de Ordóñez ingresa en estos
recovecos: “Se esconde tras la puerta./
Como reptil, acecha. Clava sus colmillos en mi vientre”, en estos versos se
exploran tensiones, lo abyecto de un sistema donde se rige lo “heteronormativo”.
Y también es común subirse a un bus, atestado de gente, donde los cuerpos se
rozan; los labios son uno, y nadie comenta sus debilidades sexuales. También es
común mirarse a los ojos, desear en nuestro inconsciente.
“El hombre va tras el adolescente,
lo agarra entre las olas. Le desgarra el traje de baño;
con fuerza lo penetra.
El chico siente como el sol se hunde en sus aguas…
qué importa la muerte y sus juegos,
quizá la gracia de la vida está en sus travesuras violentas”
En este poema existe la
posibilidad de una ruptura al esquema normativo de la sexualidad, un juego de
ruptura sujeta en medio de la norma. En el otro, una radical oposición a la
identidad. Octavio Paz, en su maravillosa El arco y la lira notaba algo
singular: “El poema no es una forma
literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre”; y eso lo
entiende Franklin Ordóñez, en su A cambio de monedas o palabras, la literatura
como lugar donde dialogan y coexisten las posibilidades de amar del ser humano.
Estos versos ingresan a la Literatura Queer, porque trata de perpetuar un nuevo
corpus donde se trata de comprender las pluralidades de la sociedad,
entendiendo que el cuerpo es noción de deseo.
Además de lo anotado, el poemario
es búsqueda, transtextualidad; aparecen como aguas invocándose a sí solos, James
Dean, Genet, Mishima, Pessoa, David Ledesma, Sade ayudando al yo lírico en la
posesión de la belleza: “Que en tu daga
no escampe la sangre,/ que mi piel sea tambor de tus melodías, Yukio Mishima”.
Incesante la palabra sangre es
tratado en el poema como dolor, pero también como liberación: “yo prefiero las cadenas de tus labios,/ tus
manos como garras, tu esperma por mi sangre”.
Un poemario bello, diferente.
Versos cortos que detallan finura. Caracoles de Jorge Carrera Andrade,
vinculados al cuerpo y a la felicidad: “Con
tu semen y tu sangre escribe en mi rostro la filosofía de Sade: Mientras yo sea
feliz, lo demás no importa”.
Leamos este libro, y no lo
cerremos, que en la fiesta de la poesía no intervienen cretinos. Gratificante
lectura
Bien.
ResponderEliminarBuen texto amigo, sobre todo la notable propuesta de roper las taras mentales y acercarnos a lo humano desde la palabra, y digo a lo humano para no apuntar desde ese resquicio del género.
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